Autonomía: Libertad para asumir nuestros propios riesgos

Muchas de nosotras tenemos ideas, proyectos, colaboraciones…A las cuáles definimos muchas veces por el alcance monetario y productivo en lo que se traduce. Muchas buenas ideas se quedan en el camino porque en el primer filtro no cumple con nuestras expectativas o no se materializa tal y como lo habíamos imaginado. Y es que queremos que nuestros sueños se materialicen en tiempo récord y con altos beneficios. Es un sueño bonito. Lo que pasa es que nos falta una parte importante e imprescindible: el permiso a validar mis ideas y el esfuerzo que corresponde para que se conviertan en acción.

Muchas veces en el proceso no tenemos en cuenta que no somos robots, en un proyecto hay muchas posibles complicaciones a las cuáles tenemos que predefinir y darles un espacio para poder solventarlas sin que tenga que ser a la fuerza a contra reloj. Cualquier contratiempo que nos encontramos nos pone de mal humor y nos llena de frustración. ¿Por qué? Porque no hemos tenido en cuenta la parte realista; la parte donde hay más cosas a resolver de las que habíamos tomado en cuenta.

 ¿Qué podemos hacer? Además de buscar las soluciones oportunas conviene que aprendamos a tomarnos los retos como parte del camino y tener una actitud ecuánime, proactiva que nos ayude a plantear con creatividad el problema en aras de resolverlo sin que necesariamente suponga un alto nivel de estrés y sensaciones negativas.

La clave está en cómo nos tomamos las cosas y la confianza que tenemos a nuestras ideas. Ese es otro tema importante: validar y valorar nuestras ideas. Si nuestras opiniones cambian con el viento, con la inferencia de las opiniones ajenas, cuando comparamos con proyectos ajenos…tenemos que dejar de tener como referencia las ideas de los otros.

Dale una oportunidad real a tu proyecto o  idea, con esto quiero decir que no te boicotees. Haz un plan realista, toma en cuenta las posibles complicaciones que hallarás en el camino y reserva tiempo para ellas, reserva otro tiempo extra para complicaciones que no te imaginas, es mejor que te sobre tiempo y no que tengas la sensación de que los imprevistos se han comido la mitad de tu planning.

Asume el riesgo, el riesgo de que no a todo el mundo le va a gustar, interesar lo que haces, hay muchas personas que te va a juzgar. Hazlo igual. Atrévete a ser quién eres y hacer lo que quieres hacer. Asume los riesgos que vienen con tus ideas porque son ellos los que te van a enseñar tus fortalezas, el desarrollo de la paciencia, la creatividad para resolver situaciones. Los riesgos son grandes maestros si nos lo tomamos con  calma y serenidad.

 A veces es sólo aceptar el riesgo del “qué dirán” que si lo piensas bien está implícito en casi todo lo que hacemos, lo que pasa que si es idea de otro entonces nuestro ego no está en juego, en cambio cuando somos autores de la idea, nos da miedo que otros no lo validen. Si estás esperando validación del 100% de las personas no conseguirás nunca comenzar a darle vida a tus ideas. Eso no va a pasar. Tienes que darle valor a lo que piensas por ti misma, desarrollar un criterio propio, que esté en equilibrio entre los polos de: lo que quieres hacer y que sea funcional con tu vida.

Date la oportunidad de materializar eso que quieres hacer. Si esa idea vuelve a ti con asiduidad, si sueñas con ella, si cuando la recuerdas sientes calma y paz (además de miedo) entonces vale la pena que trabajes para que cómo le puedes dar vida. A veces necesitas ayuda, alguien que pueda acompañarte a sobrellevar las subidas y las geografías más difíciles con las que te puedes encontrar, o alguien que haya pasado por lo que tú y esté dispuesta a darte consejos y apoyo. Pero recuerda que es tu propio criterio el que se ha de desarrollar y echar raíces sólidas para que no salga volando a la primer tormenta.

Correr riesgos es parte de la vida, ¿cuántas veces corremos riesgos por cuenta ajena que ni siquiera nos planteamos? ¿Por qué es más fácil asumir riesgos de otros que no los nuestros? Porque hemos sido más educadas para acompañar y desarrollar tareas para los demás que nuestras propias ilusiones. Hay tiempo y un largo camino por recorrer, ¿empezamos?

Autonomía: Sentir libertad para decir lo que una piensa

Este aspecto es muy importante en el desarrollo de nuestra autonomía. ¿Cuántas veces pensamos cosas que no decimos? ¿Cuántas veces nos pasa que pensamos que si decimos lo que queremos decir nuestro interlocutor no va a saber reaccionar, o no le va a gustar, va a mostrar su claro desacuerdo, etc.?

Vamos a pensarlo al revés. ¿Cómo te sentirías si alguien tiene algo para decirte pero no lo hace por el miedo a tu reacción o porque da por sentado que no los vas a entender o no vas a poder asumir esa información? Suena injusto cuanto menos! Y es que estamos acostumbrados a pensar lo peor de las situaciones que hemos de afrontar y también nos acostumbramos a subestimar a los demás en las competencias de empatía y entendimiento (entre muchas otras).

Se trata de darnos la oportunidad. Darnos la oportunidad a nosotras mismas de poder explicar sin juicios lo que pensamos y sentimos. Dar la oportunidad a nuestros interlocutores que se expresen con libertad también sin que restrinjamos sus posibilidades. Darle la posibilidad a que, esta vez, puedan suceder otras cosas en la situación. Y sucederán cosas distintas siempre que probemos maneras distintas de comunicación. Si probamos las mismas acciones, nos encontraremos con muy parecidas reacciones y desenlaces.

¿Por qué es tan importante decir lo que una siente y piensa?

Porque es la mejor manera de ser congruente en nuestra vida. Porque dar voz a nuestros sentires y pensares los hace corpóreos, los convierte en materia, en hechos, en deseos, en información moldeable e importante porque procede de nuestro ser.

Porque nos merecemos expresar y compartir nuestras reflexiones acerca de la vida. Porque nos acostumbramos a compartir, a confrontar y a estar con otros. Todas esas acciones nos ayudan a incorporar nuevas maneras de pensar, integrar la sabiduría de los demás en nosotros y dar la posibilidad de que los demás incorporen un poco de nuestra propia sabiduría.

Porque nos fortalece la autoestima el poder expresar. Porque la práctica de expresar y compartir nos devuelve experiencias, nos invita al contacto mientras nuestra creatividad se desarrolla y se va asentando.

¿Por qué cuesta tanto decir lo que sentimos y pensamos?

Además de por las razones que dimos al principio sobre asumir las respuestas de los demás como si tuviéramos una bola de cristal existen otras razones por las cuales decidimos no decir lo que sentimos. Una de las que escucho más a menudo en consulta o en los grupos terapéuticos es: “Si digo exactamente cómo me siento me voy a poner en una situación de vulnerabilidad”. Bien, sobre esta respuesta he de decir que hay algo que no estamos teniendo en cuenta y es que somos seres vulnerables, es decir, ser humanos y sentir y ser sociales significa que somos seres vulnerables. Y esto no debemos leerlo como una connotación negativa. Ser vulnerables quiere decir que somos sintientes, que nos vemos afectados por lo que sucede a nuestro alrededor y por el interior de nuestro ser. Somos vulnerables todo el tiempo, el tema es que no queremos asumir esta vulnerabilidad y vamos por la vida construyendo muros de seguridad, mecanismos de defensa, reacciones y acciones que tienen como fin mostrar que estamos bien equipados con las armas del control, del “nada me afecta” del “puedo con todo” entre otros que seguro ya te han venido a la mente.

Si no estás acostumbrada a ser espontánea en la expresión de tus pareceres date tiempo. Ve intentando de a poco en tu círculo de confianza y no dejes de tomar oportunidades para ello. Aunque sea en pequeñas cosas. La práctica te irá haciendo más asertiva, clara, concisa, date tiempo. No te des por vencida ni a la primera, ni a la segunda, ni nunca. Insiste y date momentos de descanso también. Si algo no sale la mejor estrategia no es castigarte, sino entender que estás dentro de un proceso. Uno de tantos que pasarás en tu vida, aprende a disfrutar tus pequeñas conquistas, y a tomar los fracasos como una parte más de camino, además muy necesario porque extraemos de ellos muchos aprendizajes.

Autonomía: Sentir lo que se siente

Sentir lo que sentimosen lugar de sentir lo que se supone que tenemos que sentir. A veces la distinción no está tan clara y de ahí surgen conflictos e inseguridades. Siendo un tema tan importante, vamos a intentar reflexionar paso a paso. 

La primera parte del camino sería poder dilucidar qué estamos sintiendo. Hay situaciones que son muy fáciles de sentir y que no nos suponen un problema, en cambio, hay otras que nos representan sensaciones paradójicas. Tal es el caso cuando, por ejemplo, algo nos produce placer pero nuestra mente no le encuentra la productividad. O eso que nos gusta no se traduce en beneficios económicos, ahorro de tiempo, o la consecución de un objetivo cumplido, etc. Y es que cuando queremos imponernos una determinada manera de sentir porque es lo que “nos conviene” estamos mermando nuestra intuición y nuestra conexión con quien realmente somos. No todo lo que hacemos y sentimos ha de estar enfocado a nuestra productividad. Es imprescindible poder encontrar momentos para sentir y ser sin prejuicios. Si sientes que estás desconectada de esa capacidad hay algunas acciones que pueden ayudarte:

  • Escribir lo que se te pase por la cabeza sin filtros
  • Escribir cuentos, relatos, viñetas
  • La expresión a partir del arte
  • Meditar
  • Dar un paseo, estar en contacto con la naturaleza, ir a nadar, cocinar, etc.
  • Buscar acompañamiento adecuado que te ayude a desenmarañar los sentimientos
  • Leer y dejarse llevar por la ficción como manera de permitir sensaciones nuevas a partir de relatos
  • Escribir tus sueños ni bien te despiertas para obtener información de nuestro inconsciente sin tantos filtros de la mente racional.

Muchas veces la no expresión de lo que sentimos nos lleva a acostumbrarnos tanto a negar esta faceta que nos desligamos de nosotras mismas, nos olvidamos lo que nuestro cuerpo y nuestra intuición tiene para decirnos. 

Y es como todo, cuanto menos practicamos algo se va estancado nuestro desarrollo en ese sentido. Y cuanto menos lo practicamos menos vamos a confiar en nuestra intuición, en nuestro sentir particular, nuestra visión única del complejo entramado de situaciones a las que nos enfrentamos a diario. 

Negarnos la posibilidad de sentir lo de en realidad sentimos promueve que nuestra autoestima se resienta porque a nivel inconsciente le estamos diciendo a nuestra mente y espíritu: “lo que sientes no lo valido, no tiene valor”. Quitarnos a nosotras mismas la voz tiene repercusiones impactantes en nuestra vida. Es verdad que atrevernos a ser sinceras con nosotras mismas en referencia a lo que sentimos de las personas y situaciones puede parecer que nos trae complicaciones, y es que cuando damos voz a lo que sentimos se acciona la palanca del cambio y necesitamos proveer el presente y futuro con hechos que sean coherentes con ese sentir. Estas supuestas complicaciones no son sino ajustes para partir desde un punto en el cual estemos de acuerdo con nosotras mismas. Es el esfuerzo que se requiere para encauzar nuestra vida en concordancia a quiénes somos, en cada paso del camino.

Las mujeres somos cíclicas, esto quiere decir que nuestra energía, emoción, pensamiento, aportación y capacidades van cambiando a lo largo del mes, y algunos momentos que se nos dan mejor unas cosas que otras. Obtener información en este sentido para que aprendamos a leer la información útil y certera de nosotras mismas es una estrategia útil para volver a poner en valor nuestros pensamientos, deseos, sentires y accionar en concordancia.

 Ser coherente no es misión imposible, es sí un trabajo de compromiso con una misma. Es darnos el permiso para ser quien somos, sentir lo que sentimos, decir lo que pensamos y hacer lo que creemos que nos nutre, nos hace mejores y más expansivas. 

Nuestra autonomía: ser quien eres

Cuando hablamos de autonomía hablamos de la libertad que sentimos y tenemos para decidir y accionar según nuestro propio criterio y no a expensas del criterio ajeno. Desarrollar autonomía requiere de tiempo invertido en el hacer, en accionar y tener experiencia en dilucidar cuáles son las actividades que disfruto y cuáles no. Experimentar a partir de la curiosidad para comprobar mis destrezas, , intereses y límites es un acción interesante a emprender para comenzar en el paso a nuestra autonomía.

Hay algunas consideraciones que estaría bien tener en cuenta para cuidar esta autonomía conseguida o para comenzar a ponerla en práctica si aún no lo has hecho.

Darnos el permiso para ser quienes somos.

En no pocas ocasiones las personas eligen satisfacer una máscara (o varias) que obedece a maneras de ser y estar que no tienen que ver con quien realmente se es. Tanto si insistimos en traer maneras de hacer que en el pasado que fueron aprobadas o si proyectamos en nuestra expresión valores o maneras de hacer de nuestro entorno estaremos gastando energía con el triste resultado de sentirnos vacías porque no hay nada real en nosotras a partir de esa expresión. Somos quién somos en el hoy y eso quiere decir que somos distintas a quienes fuimos ayer y somos distintas a quien seremos mañana. Ser flexible en la manera de hacer y pensar en nosotros mismas es una excelente estrategia para permitirse sentir nuestras necesidades reales del presente y permitirse los mecanismos necesarios para accionar en torno a ello.

 Dejarse un espacio para el auto descubrimiento haciéndonos preguntas como: “¿Esto que estoy haciendo hoy es lo que me acerca más a lo que quiero conseguir? “, “¿La manera en la cual me hablo a mí misma parte desde el respeto y el amor o me castigo?” “¿Estoy gastando o invirtiendo mi energía?” Cuando apostamos por desperdiciar nuestra energía vital siendo lo que se supone que deberíamos ser nos encontraremos con que no solamente no somos felices sino que lo que generamos en nuestro entorno tampoco es positivo. Se requiere de valor para ser quien uno es, primero porque tenemos que descubrirlo constantemente, tener la escucha abierta, ser sensibles a lo que aprendemos y lo que reestructuramos a diario de información. Segundo porque requiere de cierta rebeldía el atreverse a expandirse y darse el permiso a dejar una huella personal en este espacio y tiempo que habitamos. Ahora bien, todo ese esfuerzo que hacemos, ese valor que ponemos en juego será más que recompensado con la vuelta de nuestra intuición, con la sensación de que nuestra autoestima se enraíza y crece fuerte, con sacarse de encima la sensación de tener que pedir permiso para mirar, moverme, hablar de determinada manera….

Las pedidas de permiso al entorno pueden ser sutiles e inconscientes. Se suceden por ejemplo cuando empezamos a decir algo sin seguridad, y alguien nos interrumpe sin que nosotros intentemos siquiera volver a darle voz a nuestro pensamiento. O cuando esperamos que todos estén sonrientes o estén teniendo un buen día para sacar aquél tema espinoso. Se da cuando estamos pensando en algo y no lo decimos porque cuando queremos ponerlo en palabras nos parece una tontería y diez segundos más tarde lo escuchamos de otra persona y comprobamos que era un buen pensamiento. Se da cuando necesitamos de una validación externa a nuestra forma de hacer, pensar y sentir. Es decir, cuando priorizamos el criterio de cualquier otra persona, institución  antes que el nuestro. Como es de entender, al priorizar criterios ajenos vamos socavando nuestro propio criterio. Nos vamos haciendo más sumisas con el objetivo de que los demás estén contentos y a gusto aunque eso signifique que nosotras no lo estemos. ¿Vale la pena? Quizá pueda tenerse la sensación de que a corto plazo puedan conseguirse ciertos beneficios. A largo plazo las cuentas salen distintas. Estar oprimiendo nuestra voz sobre quién somos hoy sólo nos va automatizando a conductas estériles para nuestro desarrollo personal y nuestra capacidad creativa para armar y vivir nuestro mundo de una manera que sea sostenible para nosotras y nuestro entorno.

Quizá al principio sostener la autonomía pueda llevar ciertos miedos asociados, si los miedos te impiden continuamente elegir permitirte ser quien eres hoy busca un acompañamiento adecuado que te permita transitar esa parte del camino hasta que puedas seguir sola.

Date el permiso de practicar utilizar tu voz, tu especial manera de ser y estar en el mundo, siendo quién realmente eres y podrás expandirte.

Date el permiso de ser quien eres.  Date el permiso de crear un impacto brillando simplemente por ser. Sin esconderte. Sin avergonzarte.

Hoy estás aquí, sé quién eres.