Vivir en ciudades nos ha hecho olvidarnos que necesitamos de la naturaleza. Cuando estamos en contacto con ella recordamos nuestros ritmos naturales, conectamos con pensamientos más sanos que tienen más que ver con el ser y no tanto con el hacer.
Un buen baño en el mar, una caminata entre árboles, subir a una montaña nos recuerda que tenemos un cuerpo, que ese cuerpo tiene límites y también capacidad de superar caminos difíciles.
Nuestra mente a menudo nos mantiene en la fantasía de que lo podemos todo, la naturaleza nos recuerda que todo tiene su ritmo; nuestro cuerpo también lo tiene. Estamos tan inmersos entre asfalto, objetos a consumir, mucha más información de la que podemos procesar, eso nos genera ansiedad y cuando estamos ansiosos se instalan mecanismos compulsivos para mitigar esta ansiedad: comer, comprar, fumar, beber, sentir que estamos en constante inconformismo.
Este inconformismo, muchas veces, la confundimos pensando que “no sé lo que quiero”, cuando en realidad lo que está ocurriendo es que hay demasiado información poco interesante a procesar, eso nos aburre y nos hace creer que esas son las únicas opciones disponibles. Conectar con la naturaleza nos confronta con nuestras propias emociones, miedos, límites y capacidad de placer, de ese placer sano que nace cuando lo que vemos es bello y está en calma. Cuando vemos la vida y nos damos cuenta que también está a nuestro alcance vivirla. La ecuanimidad, la calma, el amor hacia lo que está vivo nos ayuda a amarnos impulsando nuestras acciones desde el tratarnos bien.
Acordarnos que nosotros somos naturaleza, no objetos. Recordarlo de verdad y empezar tratarnos como nos merecemos ser tratados. Entender que en la naturaleza hay muchas oportunidades de aprender, de levantarse, de adaptarse a distintos medios y que lo importante es cada paso que damos, lo de los objetivos es un truco de la mente. Una puede querer conseguir algo, y es hermoso tener proyectos e ilusiones porque nos orientan a enfocar nuestra energía calmando así nuestras ansias de control. Ahora bien, si sólo estamos por conseguir el objetivo nos volvemos esclavos de nuestra mente, de nuestras expectativas.
Date la oportunidad de ser y estar en la naturaleza. No hace falta que sea a diario, muchos o tienen esa oportunidad, pero hazlo cuando puedas, no permanezcas demasiado tiempo sin recordar, sin recordarte y sin conectar.
Sesiones de psicoterapia al aire libre
En las sesiones de psicoterapia al aire libre tomamos a la naturaleza como compañera de viaje, permitimos que su ritmo atento y calmado se instaure en nosotras para poder integrar mejor nuestras reflexiones. En la naturaleza nuestras perspectivas se abren, nuestra mirada se expande, creamos un estado mental y físico saludable que hace más interesante el proceso.
Son sesiones de una hora en dónde en vez de estar sentada en un sofá, estás caminando, a veces nos detenemos y contemplamos y te acompaño a desenredar tus pensamientos, a entender tus emociones, a conectar con tu cuerpo.
Puedes venir acompañada/o de tu mascota y así los dos se benefician de tu inversión de tiempo hacia ti misma/o.