Cada persona es un mundo, con sus propias constelaciones, estrellas, meteoritos, materia oscura y universo. Somos lo suficientemente complejos como para que nos cueste el hecho de intentar descifrarnos a nosotros mismos, cada etapa del ciclo vital es en sí misma un misterio y un reto. Cada crisis (cambio) puede traer nuevas dinámicas y requiere despedir las viejas que ya no funcionan. Cuando creemos que entendemos algo o que algo se asienta….otro aspecto se empieza a mover y requiere de nuestra atención. Todo esto ocurre en cada uno de nosotras y nosotros.
Imagínate lo que sucede cuando toda esa complejidad intenta relacionarse con otra complejidad. Independientemente del tipo de relación que se proponga y del ámbito al cual pertenezca tenemos que tener en cuenta que son dos mundos distintos como punto de partida. ¿Crees plausible entonces que nuestras expectativas del otro se cumplirán? ¿Y las expectativas que tenemos de la relación en concreto?
Nos puede pasar que estamos tan centrados en nuestra manera de ver el mundo, de comunicar, de pensar que llegamos a creer que son las mejores opciones posibles sino las únicas. Pero, ¿Qué pasa con la manera de ver y sentir del otro? Pasa que si entramos en el otro mundo o dejamos a alguien entrar en el nuestro tenemos que empezar a escuchar. Escuchar requiere de muchas habilidades, no es solamente cerrar la boca. ¿No te ha pasado alguna vez que mientras alguien te habla estás con la cabeza pensando en otra cosa? Así que no basta sólo con dejar espacio de silencio para que el otro se exprese, sino que conviene que prestar atención. Tampoco sirve de mucho que si el otro me está hablando yo esté enfocado en lo que le quiero contestar, porque no le estoy prestando atención.
Prestar atención. Estas dos palabritas son muy importantes. Requieren de no estar a la defensiva, de sacar a relucir nuestro curiosidad, nuestra inocencia, nuestra ecuanimidad. Y no me refiero a quedar desprevenida, aguantar cualquier cosa o quedarse desvalida en esta acción. Todo lo contrario, me refiero a que necesitamos prestar atención con una escucha activa de manera relajada para que nuestra intuición pueda formar parte de esa interacción. Para poder aplicar honestidad en el vínculo o transacción y sentir (con la mente y las emociones) qué esta queriendo comunicar el otro realmente y qué impacto tiene sobre mi.
Relacionarnos es un arte puesto que tengo que improvisar, ser creativo, dinámico, proactivo y permitirme la esencia que hay dentro de mi. Cuanto más me permita SER, puedo tener mejores oportunidades de relación. No es una ciencia exacta porque como hemos visto, relacionarnos requiere de más de un participante, pero si parto de la base de prestar mi atención y devolver con honestidad…Las probabilidades de encuentros sanos crecen.
Como base está el autoconocimiento, si puedo comunicarme conmigo misma de esta manera: prestándome atención, será menos trabajoso aplicar esta dinámica en los demás y estaré más despierta para no hacer inmersión en relaciones insanas, dependientes y/o tóxicas.