Fantasía, esa capacidad que tenemos de imaginar distintas posibilidades. De crear otros mundos que puedan parecerse a lo que pensamos o sentimos se asemeja más a las necesidades individuales actuales. La fantasía, que puede ser un canal de escape, de huida de la realidad y hasta de refugio. Gracias a esta capacidad imaginativa vamos desarrollando el pensamiento y vamos trazando objetivos en los cuales vayamos accionando desde la experiencia. Es un primer paso a muchas realidades y es una práctica mental que nos puede aportar calma, alegría y paz.
Cuando nos cuesta imaginar, parece que estamos sumidos en los quehaceres cotidianos, cada uno con los suyos, y pensarnos fuera de ellos deviene cierto malestar. Esto puede ser debido a que no estamos a gusto en estos quehaceres y el hecho de imaginarme otra realidad posible en ocasiones más que un desahogo puede generar tensión y hasta dolor. Así que la imaginación nos sirve de baremos también de nuestro estado anímico en función a lo que os provoque esa experiencia.
En el otro extremo cuando damos a la imaginación un espacio tan grande que pierda perspectiva con la realidad nos podemos encontrar en peligro. La fantasía nos hace estar adormilados a nuestra intuición porque no la necesitamos en un mundo imaginario. Y la intuición en la realidad es uno de nuestros más preciados recursos ya que nos advierte de las direcciones que hemos de tomar.
El equilibrio entre la fantasía y la realidad para una salud mental en plena forma es lo que necesitamos practicar. La fantasía la podemos poner en práctica con. las artes, la meditación, leer, escribir, artes escénicas, cocinar y aquello que te apasiona hacer se verá enriquecido si lo aderezas con fantasía.
A la realidad tenemos que ir aprendiendo a gestionarla, sabiendo cuáles son aquellos recursos que nos hace falta obtener, afinar y descubrir. ¿Cómo gestionamos la realidad? Pues las mismas actividades que usamos con la fantasía nos pueden ayudar para gestionar emociones complicadas además de la terapia, el contacto con la naturaleza y estar rodeada de personas que alimenten mi energía.
Cada pequeño paso cuenta en el proceso de equilibrarse. Cada caminante encuentra sus propias maneras y ritmos al viajar. Ese es el trabajo del camino, aprender a caminar.