Darse cuenta de que acaba un ciclo y comienza otro puede ser estresante. Esto se debe a que hay que sobrellevar un cambio, y con él la incertidumbre de abandonar lo conocido.
Cuando estamos en la búsqueda de nuestro propio camino hacer un parón para reflexionar no es una pérdida de tiempo, es una posibilidad de revisar nuestra energía vital. Es necesario que en las transiciones podamos descansar y elegir con cuidado dónde invertimos nuestra mana.
Contemplar el camino recorrido, saborear las venturas y desventuras del mismo para aprender lo que ese recorrido tenía para nosotros. Recuperarnos de las emociones sentidas, hacer equilibrio en nuestro centro para que cuando decidamos volver a caminar, estemos en paz con el camino elegido.
Empezar y terminar ciclos a veces es un acto consciente y a veces forzado. Ahora bien, cuando no queremos aceptar el cambio por miedo, desilusión, desajuste de expectativas, agotamiento, y otras razones más que válidas lo que ocurre es que nos drenamos de energía. Entrar en conflicto con lo que ya es y nos negamos a aceptar sólo nos agotará más. ¿Qué tal si te das la oportunidad de simplemente parar, hacerte eco de tu alrededor con una perspectiva más amplia y, así vislumbrar otras posibilidades igual de interesantes?
Estar en guerra con otros, con nosotros mismos, con nuestro destino potencial, con nuestra realidad actual nos hace estar a la defensiva. Y cuando estamos en este estado de hipervigilancia sólo podemos defendernos y atacar. Se nos activa de manera inconsciente el miedo, la desconfianza, la falta de ecuanimidad que necesitamos para leer el contexto externo e interno.
Date un tiempo de escucha, de bajar el conflicto cuando no es necesario, de descansar y darte tiempo a conectar con actividades que te ayuden a sentir placer o paz. Escribe, pinta, baila, canta, pasea, viaja, lee, cuenta historias, comparte con otros, abraza, besa, activa tu sensopercepción e intuición para ayudarte a sentir.
Fin de ciclos y comienzo de otros. Es el ciclo de la naturaleza de la que somos parte. Todo muere y vuelve a nacer. Todo se termina y empieza en un ciclo infinito que va más allá de nuestra comprensión. No es ni bueno ni malo. Simplemente es.