La Rabia

Nuestras emociones a veces pueden suponer un reto en cuanto necesitamos gestionarlas. Una que nos trae más dolores de cabeza por la energía que conlleva es la rabia.

Hoy vamos a intentar introducirla para así entender lo que necesitamos.

¿Qué me pide esta emoción?. Desahogarme

Cuando siento rabia, he generado una gran cantidad de energía y lo que necesito es redirigirla productivamente o desahogarla. 

Para redirigirla puedo utilizar el deporte, utilizar el arte y crear o estar en la naturaleza para ayudar a mi cuerpo a equilibrarse.


¿Qué puedo hacer de manera sana para afrontar esta emoción?


-Puedes pedir que paren de hacer lo que te causa dolor

-Puedes alejarte y protegerte de los que te hacen daño si no paran 

-Puedes llorar para descargar la tensión

-Agredir simbólicamente en forma que no hagamos daño a nadie ni a nosotros mismos (Por ejemplo: Utilizar un cojín)

-Hacer por curar el dolor (buscando la ayuda especializada disponible)

¿Cómo sostener el confinamiento?

En estos días hemos de prepararnos psicológicamente para pasar unas semanas de confinamiento social. No es una tarea fácil ya que lo normal es que los primeros días vayan bien y el ánimo pueda ir desmejorando con el paso del tiempo. 

Vamos a establecer algunas estrategias que te sirvan para puedas vivir lo mejor posible en esta situación. 

Es fundamental tener un programa de actividades que nos aporten rutina y estructura. 

Aquí tenéis un ejemplo

HorarioActividad
8-9hsLevantarse y ducharse
9-9:30hsDesayunar
9:30 a 11hsEstudiar, leer, escribir 
11 a 11:15hsComer algo
11 a 12hs Hacer ejercicio, yoga, meditación, estiramientos…
12 a 12:30hsdescanso
12:30 a 13:30hs Cocinar, comer
13:30hs a 14:30hs Descanso (digestión)
14:30 a 17hsEstudiar, leer, escribir
17hsMerienda
18hsAlguna actividad de ocio (mirar Tv, jugar juego de mesa, llamar a un familiar o amigo, etc.)
19 a 21hs Cocinar y cenar
22-23hsIr a dormir

Por supuesto esto es orientativo, sólo una ayuda para que te ayude a pensar qué cosas podrías hacer con tu tiempo. El llevar un orden en el día a día e ir consiguiendo pequeñas cosas nos ayuda a rebajar niveles de ansiedad. 

Puedes aprovechar para ver tutoriales y aprender recetas nuevas, juegos para hacer con los pequeños y no tan pequeños, comunicarte con las vías que tengas disponibles con tus familiares y amigos. Puedes ordenar espacios de tu casa y hacer de ella un lugar aún más hogareño. Hay muchas cosas que se pueden desarrollar en estos días. El aburrimiento nos puede acercar a la creatividad, lo importante es no sucumbir en el negativismo y la sensación de aislamiento. Si te sientes triste y ansiosa/o pide ayuda, es normal que puedas sentirte así puesto que estamos ante una situación nueva para toda/os.

Hay muchísimas iniciativas que se están realizando para que tengas contenidos accesibles y puedas dejarte llevar, ahora bien, no es recomendable que estés todo el tiempo enfrente a pantallas, sea de televisión u otros dispositivos porque también genera ansiedad.

 Lee, escribe, estudia, conversa, quédate en silencio, escucha música y descansa, pinta, medita, respira conscientemente y toma el sol aunque sea desde tu ventana. Es importante para tu ánimo. Es necesario que comas lo más sano que puedas, el ocio muchas veces nos lleva a comer grasas saturadas y azúcares y esto sólo descompensa nuestro sistema inmune el cual hemos de cuidar más que nunca. Toma frutas y verduras si te es posible y come alimentos con vitamina B para que puedan ayudarte a controlar los nervios. 

Aprovecha para hablar contigo misma/o a través de la escritura o de otras maneras de expresión, también puede ser a partir de personas de tu alrededor o de algún profesional. Lo importante es que puedas dejar salir lo que hay en tu interior para que no crezca en formas negativas como paranoia, tristeza, obsesión, decaimiento, ansiedad, etc. 

Todas estas son estrategias, ideas para que puedas sentir el control de tu vida en esta situación extraordinaria. Recuerda que todas las tormentas pasan, ya saldrá el sol, pronto, mientras dure la tormenta intenta no pelearte con ella sino ver qué tiene para ofrecerte. 

Mucha calma y amor para ti y los tuyos. 

¿Cómo nos hablamos a nosotras mismas?

En nuestro cotidiano nos proponemos miles de palabras, gestos, miradas, pausas, silencios, suspiros, pensamientos, proyecciones, deseos, recelos, estrés, miedos, y otras tantas informaciones que tratamos, como podemos, de encajar e integrar. Al estar acostumbradas a todas ellas en ocasiones se nos hace difícil quitar el “piloto automático” y vamos a toda prisa. Cuando nos preguntan cómo estamos se nos hace un nudo en el estómago porque en realidad no tenemos ni idea y muchas veces odiamos la preguntita inquisidora (que seguro viene sin mala intención) porque para responderla con sinceridad una tiene que salir del piloto y por eso muchas veces la conversación se termina con una mueca extraña, juego de hombros y la palabra bien.

Ni que hablar cuando a nuestro cuerpo se le da por aparecer en escena para llamar nuestra atención: Dolor de cabeza, tensión en la espalda, dolor de ovarios, resfriados, taquicardias, etc. Ahí entonces nos ponemos de mal humor y llega el pensamiento catastrofista: Lo que me faltaba! O el clásico: ¿Por qué todo me pasa a mí?

Es decir, leemos las situaciones por las que atravesamos principalmente como negativas y los avisos de nuestro cuerpo como una amenaza.

Ahora bien, podemos seguir nuestro día a día alimentando la sensación de calamidad o intentar focalizarnos en estar presentes en cada situación por separado. Si cuando te despiertas lo primero que haces es agobiarte por todas las cosas que te quedan por hacer es normal que después estés parte del día o el día entero con sensación de agobio. Estar pensando en el futuro todo el tiempo genera ansiedad. Lo mismo que estar pensando todo el tiempo en el pasado genera melancolía. Vivir en el presente te da la posibilidad de ir tintando cada momento con el color adecuado en vez de que todo tenga la misma capa. Cuando te despiertes hacer cosas tan simples como; tomarte unas respiraciones, suspirar, pensar en la suerte que tienes de estar viva con un día por delante, y pensarte con intención amorosa pueden suponer una ayuda en tu cambio de actitud.

Si vas corriendo, estresada y pensando lo peor en cada momento no esperes ser asertiva, sentirte tranquila y tener tu creatividad tan disponible. La diferencia está en la actitud. Si no puedes cambiar (a corto plazo) el número de actividades que haces y deberes que tienes siempre puedes cambiar tu actitud, tus pensamientos y cómo te tratas a ti misma.

El estar en el presente te ayuda a darte los permisos necesarios cuando necesitas parar, pensar, reflexionar, respirar, sentir, desear, descansar…Todas estas pausas son parte del camino. Y no cualquier parte sino una muy importante. Es la que te permite sacar tu baremo y hacerte consciente de cómo te sientes, qué necesitas y que vas a desechar. Si no paramos vamos acumulando: actividades, pensamientos, estrés, encuentros que hacemos “por obligación” y otra sarta de cosas que ya sabes que no te hacen bien pero no sabes cómo parar. O sí lo sabes pero eso requiere que te pongas a ti en el centro de tu vida, te escuches y te animes a vivir de manera coherente con tus sentir.

Así entonces la manera en la cual te diriges a ti misma es relevante. No todos los días son iguales, no todos los días nos traen las mismas cosas. Afrontar cada día pensando/sintiendo que hay posibles sorpresas que ni te imaginas te devuelven esa mirada de inocencia que es el escalón para la curiosidad y la admiración, ambas enfrentadas con la indiferencia y la alarma.  

Trátate bien. Tente paciencia. Esfuérzate para conseguir lo que anhelas con amabilidad y ecuanimidad. Pide lo que necesitas. Deshecha lo que ya no te sirva. Hazte preguntas que te ayuden a bucear en tu fuero interno y respóndete cuando te hayas dado el espacio para integrar la pregunta y la respuesta. Tú eres la dueña de tu vida. No importa donde vivas ni con quién. Ponte al mando y sé la mejor líder posible. No tienes más que confiar en ti misma. Cuando lo hagas las respuestas llegarán.  

Agradecer en vez de pedir

Agradecer

Estar nuestra mayor parte del tiempo proyectando hacia el futuro nos impide estar en el presente. Hacer planes, soñar, preparase para ir consiguiendo retos son acciones sanas si las equilibramos con estar en el hoy. Si además de todo lo que hacemos por nuestro futuro podemos parar, tomarnos descansos, hacer nada, entonces estamos equilibrando. Si, por lo contrario, nuestra respuesta constante es: “no tengo tiempo” entonces hay un desbalance y lo empezaremos a notar en que estaremos más cansadas (aun cuando recién empezamos el día), estamos irritables, tenemos una sensación de “ansiedad flotante”, nos da la sensación que no importa lo que hagamos no llegamos a todos y la calidad muchas veces se nos queda por el camino.

Lo que hacemos tiene que tener un sentido, es decir, tiene que tener sentido en el hoy y en el mañana. Si sólo tiene sentido en el mañana entonces quiere decir que en el hoy no nos estamos cuidando.

¿Cómo cuidarnos?

Una práctica muy bonita que he encontrado es el agradecimiento.

Despertarnos y sentirnos agradecidas porque estamos comenzando un día nuevo. Con retos seguramente y también con momentos de placer si estamos atentas. Centrarnos en lo que no tenemos, en lo que aún no hemos conseguido, en alcanzar solamente las expectativas que nos dicta nuestro ego nos hace sentir sobre todo frustradas y cansadas.

 Si cambiamos el foco y en vez de estar todo el tiempo pidiendo o queriendo cosas que aún no tenemos lo ponemos en las cosas, personas, situaciones que sí forman parte ya de nuestra vida la sensación cambia por completo. En vez de vacío hay plenitud.

Observar las pequeñas cosas que damos por sentadas porque siempre han estado ahí y darles un sitio de privilegio, ser conscientes que aunque demos cosas por sentado podrían bien no estar ahí y que si no formaran parte de nuestra vida quizá, ésta sería más complicada. Tomarte momentos en el día para cerrar las ojos, escucharte respirar, mirar a los que te rodean sin estar esperando nada a cambio, admirar los procesos de la naturaleza, poner atención a tus cinco sentidos y todo lo que ellos ofrecen para ti. Deja de pedir y empieza a agradecer.

No quiere decir que tengas que confirmarte siempre con cosas con las que no estás de acuerdo. Quiere decir que eres capaz de valorar lo que tienes, una práctica imprescindible si ansías sentir felicidad por tus logros. Valorar consiste en justamente poner en valor. Y eso es algo subjetivo, pregúntate cuanto valoras el espacio en dónde habitas, las personas que te rodean, lo que sí hayas conseguido, el hecho de que estés más o menos sana, más o menos acompañada. Pon en perspectiva tus sentires y no te des tanto espacio en la pataleta, sino en la ecuanimidad.

Hay muchas vivencias que pasamos por alto sin darle importancia, sin poner en valor porque estamos ansiosas por que llegue el futuro, ¿pero sabes qué? El futuro será algún día presente y si no sabes saborear el presente de hoy, ¿porque piensas que sabrás disfrutar el de mañana?

Autonomía: Libertad para asumir nuestros propios riesgos

Muchas de nosotras tenemos ideas, proyectos, colaboraciones…A las cuáles definimos muchas veces por el alcance monetario y productivo en lo que se traduce. Muchas buenas ideas se quedan en el camino porque en el primer filtro no cumple con nuestras expectativas o no se materializa tal y como lo habíamos imaginado. Y es que queremos que nuestros sueños se materialicen en tiempo récord y con altos beneficios. Es un sueño bonito. Lo que pasa es que nos falta una parte importante e imprescindible: el permiso a validar mis ideas y el esfuerzo que corresponde para que se conviertan en acción.

Muchas veces en el proceso no tenemos en cuenta que no somos robots, en un proyecto hay muchas posibles complicaciones a las cuáles tenemos que predefinir y darles un espacio para poder solventarlas sin que tenga que ser a la fuerza a contra reloj. Cualquier contratiempo que nos encontramos nos pone de mal humor y nos llena de frustración. ¿Por qué? Porque no hemos tenido en cuenta la parte realista; la parte donde hay más cosas a resolver de las que habíamos tomado en cuenta.

 ¿Qué podemos hacer? Además de buscar las soluciones oportunas conviene que aprendamos a tomarnos los retos como parte del camino y tener una actitud ecuánime, proactiva que nos ayude a plantear con creatividad el problema en aras de resolverlo sin que necesariamente suponga un alto nivel de estrés y sensaciones negativas.

La clave está en cómo nos tomamos las cosas y la confianza que tenemos a nuestras ideas. Ese es otro tema importante: validar y valorar nuestras ideas. Si nuestras opiniones cambian con el viento, con la inferencia de las opiniones ajenas, cuando comparamos con proyectos ajenos…tenemos que dejar de tener como referencia las ideas de los otros.

Dale una oportunidad real a tu proyecto o  idea, con esto quiero decir que no te boicotees. Haz un plan realista, toma en cuenta las posibles complicaciones que hallarás en el camino y reserva tiempo para ellas, reserva otro tiempo extra para complicaciones que no te imaginas, es mejor que te sobre tiempo y no que tengas la sensación de que los imprevistos se han comido la mitad de tu planning.

Asume el riesgo, el riesgo de que no a todo el mundo le va a gustar, interesar lo que haces, hay muchas personas que te va a juzgar. Hazlo igual. Atrévete a ser quién eres y hacer lo que quieres hacer. Asume los riesgos que vienen con tus ideas porque son ellos los que te van a enseñar tus fortalezas, el desarrollo de la paciencia, la creatividad para resolver situaciones. Los riesgos son grandes maestros si nos lo tomamos con  calma y serenidad.

 A veces es sólo aceptar el riesgo del “qué dirán” que si lo piensas bien está implícito en casi todo lo que hacemos, lo que pasa que si es idea de otro entonces nuestro ego no está en juego, en cambio cuando somos autores de la idea, nos da miedo que otros no lo validen. Si estás esperando validación del 100% de las personas no conseguirás nunca comenzar a darle vida a tus ideas. Eso no va a pasar. Tienes que darle valor a lo que piensas por ti misma, desarrollar un criterio propio, que esté en equilibrio entre los polos de: lo que quieres hacer y que sea funcional con tu vida.

Date la oportunidad de materializar eso que quieres hacer. Si esa idea vuelve a ti con asiduidad, si sueñas con ella, si cuando la recuerdas sientes calma y paz (además de miedo) entonces vale la pena que trabajes para que cómo le puedes dar vida. A veces necesitas ayuda, alguien que pueda acompañarte a sobrellevar las subidas y las geografías más difíciles con las que te puedes encontrar, o alguien que haya pasado por lo que tú y esté dispuesta a darte consejos y apoyo. Pero recuerda que es tu propio criterio el que se ha de desarrollar y echar raíces sólidas para que no salga volando a la primer tormenta.

Correr riesgos es parte de la vida, ¿cuántas veces corremos riesgos por cuenta ajena que ni siquiera nos planteamos? ¿Por qué es más fácil asumir riesgos de otros que no los nuestros? Porque hemos sido más educadas para acompañar y desarrollar tareas para los demás que nuestras propias ilusiones. Hay tiempo y un largo camino por recorrer, ¿empezamos?

Autonomía: Sentir libertad para decir lo que una piensa

Este aspecto es muy importante en el desarrollo de nuestra autonomía. ¿Cuántas veces pensamos cosas que no decimos? ¿Cuántas veces nos pasa que pensamos que si decimos lo que queremos decir nuestro interlocutor no va a saber reaccionar, o no le va a gustar, va a mostrar su claro desacuerdo, etc.?

Vamos a pensarlo al revés. ¿Cómo te sentirías si alguien tiene algo para decirte pero no lo hace por el miedo a tu reacción o porque da por sentado que no los vas a entender o no vas a poder asumir esa información? Suena injusto cuanto menos! Y es que estamos acostumbrados a pensar lo peor de las situaciones que hemos de afrontar y también nos acostumbramos a subestimar a los demás en las competencias de empatía y entendimiento (entre muchas otras).

Se trata de darnos la oportunidad. Darnos la oportunidad a nosotras mismas de poder explicar sin juicios lo que pensamos y sentimos. Dar la oportunidad a nuestros interlocutores que se expresen con libertad también sin que restrinjamos sus posibilidades. Darle la posibilidad a que, esta vez, puedan suceder otras cosas en la situación. Y sucederán cosas distintas siempre que probemos maneras distintas de comunicación. Si probamos las mismas acciones, nos encontraremos con muy parecidas reacciones y desenlaces.

¿Por qué es tan importante decir lo que una siente y piensa?

Porque es la mejor manera de ser congruente en nuestra vida. Porque dar voz a nuestros sentires y pensares los hace corpóreos, los convierte en materia, en hechos, en deseos, en información moldeable e importante porque procede de nuestro ser.

Porque nos merecemos expresar y compartir nuestras reflexiones acerca de la vida. Porque nos acostumbramos a compartir, a confrontar y a estar con otros. Todas esas acciones nos ayudan a incorporar nuevas maneras de pensar, integrar la sabiduría de los demás en nosotros y dar la posibilidad de que los demás incorporen un poco de nuestra propia sabiduría.

Porque nos fortalece la autoestima el poder expresar. Porque la práctica de expresar y compartir nos devuelve experiencias, nos invita al contacto mientras nuestra creatividad se desarrolla y se va asentando.

¿Por qué cuesta tanto decir lo que sentimos y pensamos?

Además de por las razones que dimos al principio sobre asumir las respuestas de los demás como si tuviéramos una bola de cristal existen otras razones por las cuales decidimos no decir lo que sentimos. Una de las que escucho más a menudo en consulta o en los grupos terapéuticos es: “Si digo exactamente cómo me siento me voy a poner en una situación de vulnerabilidad”. Bien, sobre esta respuesta he de decir que hay algo que no estamos teniendo en cuenta y es que somos seres vulnerables, es decir, ser humanos y sentir y ser sociales significa que somos seres vulnerables. Y esto no debemos leerlo como una connotación negativa. Ser vulnerables quiere decir que somos sintientes, que nos vemos afectados por lo que sucede a nuestro alrededor y por el interior de nuestro ser. Somos vulnerables todo el tiempo, el tema es que no queremos asumir esta vulnerabilidad y vamos por la vida construyendo muros de seguridad, mecanismos de defensa, reacciones y acciones que tienen como fin mostrar que estamos bien equipados con las armas del control, del “nada me afecta” del “puedo con todo” entre otros que seguro ya te han venido a la mente.

Si no estás acostumbrada a ser espontánea en la expresión de tus pareceres date tiempo. Ve intentando de a poco en tu círculo de confianza y no dejes de tomar oportunidades para ello. Aunque sea en pequeñas cosas. La práctica te irá haciendo más asertiva, clara, concisa, date tiempo. No te des por vencida ni a la primera, ni a la segunda, ni nunca. Insiste y date momentos de descanso también. Si algo no sale la mejor estrategia no es castigarte, sino entender que estás dentro de un proceso. Uno de tantos que pasarás en tu vida, aprende a disfrutar tus pequeñas conquistas, y a tomar los fracasos como una parte más de camino, además muy necesario porque extraemos de ellos muchos aprendizajes.

Nuestra autonomía: ser quien eres

Cuando hablamos de autonomía hablamos de la libertad que sentimos y tenemos para decidir y accionar según nuestro propio criterio y no a expensas del criterio ajeno. Desarrollar autonomía requiere de tiempo invertido en el hacer, en accionar y tener experiencia en dilucidar cuáles son las actividades que disfruto y cuáles no. Experimentar a partir de la curiosidad para comprobar mis destrezas, , intereses y límites es un acción interesante a emprender para comenzar en el paso a nuestra autonomía.

Hay algunas consideraciones que estaría bien tener en cuenta para cuidar esta autonomía conseguida o para comenzar a ponerla en práctica si aún no lo has hecho.

Darnos el permiso para ser quienes somos.

En no pocas ocasiones las personas eligen satisfacer una máscara (o varias) que obedece a maneras de ser y estar que no tienen que ver con quien realmente se es. Tanto si insistimos en traer maneras de hacer que en el pasado que fueron aprobadas o si proyectamos en nuestra expresión valores o maneras de hacer de nuestro entorno estaremos gastando energía con el triste resultado de sentirnos vacías porque no hay nada real en nosotras a partir de esa expresión. Somos quién somos en el hoy y eso quiere decir que somos distintas a quienes fuimos ayer y somos distintas a quien seremos mañana. Ser flexible en la manera de hacer y pensar en nosotros mismas es una excelente estrategia para permitirse sentir nuestras necesidades reales del presente y permitirse los mecanismos necesarios para accionar en torno a ello.

 Dejarse un espacio para el auto descubrimiento haciéndonos preguntas como: “¿Esto que estoy haciendo hoy es lo que me acerca más a lo que quiero conseguir? “, “¿La manera en la cual me hablo a mí misma parte desde el respeto y el amor o me castigo?” “¿Estoy gastando o invirtiendo mi energía?” Cuando apostamos por desperdiciar nuestra energía vital siendo lo que se supone que deberíamos ser nos encontraremos con que no solamente no somos felices sino que lo que generamos en nuestro entorno tampoco es positivo. Se requiere de valor para ser quien uno es, primero porque tenemos que descubrirlo constantemente, tener la escucha abierta, ser sensibles a lo que aprendemos y lo que reestructuramos a diario de información. Segundo porque requiere de cierta rebeldía el atreverse a expandirse y darse el permiso a dejar una huella personal en este espacio y tiempo que habitamos. Ahora bien, todo ese esfuerzo que hacemos, ese valor que ponemos en juego será más que recompensado con la vuelta de nuestra intuición, con la sensación de que nuestra autoestima se enraíza y crece fuerte, con sacarse de encima la sensación de tener que pedir permiso para mirar, moverme, hablar de determinada manera….

Las pedidas de permiso al entorno pueden ser sutiles e inconscientes. Se suceden por ejemplo cuando empezamos a decir algo sin seguridad, y alguien nos interrumpe sin que nosotros intentemos siquiera volver a darle voz a nuestro pensamiento. O cuando esperamos que todos estén sonrientes o estén teniendo un buen día para sacar aquél tema espinoso. Se da cuando estamos pensando en algo y no lo decimos porque cuando queremos ponerlo en palabras nos parece una tontería y diez segundos más tarde lo escuchamos de otra persona y comprobamos que era un buen pensamiento. Se da cuando necesitamos de una validación externa a nuestra forma de hacer, pensar y sentir. Es decir, cuando priorizamos el criterio de cualquier otra persona, institución  antes que el nuestro. Como es de entender, al priorizar criterios ajenos vamos socavando nuestro propio criterio. Nos vamos haciendo más sumisas con el objetivo de que los demás estén contentos y a gusto aunque eso signifique que nosotras no lo estemos. ¿Vale la pena? Quizá pueda tenerse la sensación de que a corto plazo puedan conseguirse ciertos beneficios. A largo plazo las cuentas salen distintas. Estar oprimiendo nuestra voz sobre quién somos hoy sólo nos va automatizando a conductas estériles para nuestro desarrollo personal y nuestra capacidad creativa para armar y vivir nuestro mundo de una manera que sea sostenible para nosotras y nuestro entorno.

Quizá al principio sostener la autonomía pueda llevar ciertos miedos asociados, si los miedos te impiden continuamente elegir permitirte ser quien eres hoy busca un acompañamiento adecuado que te permita transitar esa parte del camino hasta que puedas seguir sola.

Date el permiso de practicar utilizar tu voz, tu especial manera de ser y estar en el mundo, siendo quién realmente eres y podrás expandirte.

Date el permiso de ser quien eres.  Date el permiso de crear un impacto brillando simplemente por ser. Sin esconderte. Sin avergonzarte.

Hoy estás aquí, sé quién eres.

Procesar emocionalmente nuestras experiencias

La manera en la cual somos capaces de procesar emocionalmente nuestras experiencias es fundamental. Vivir una experiencia no es lo mismo que procesarla emocionalmente. Después de una experiencia, tanto positiva como negativa, que ha significado más que otras vivencias cotidianas necesita pues, un trato privilegiado.

Una opción bastante común es querer esconder la emoción, hacer como que no ha pasado nada o que hemos salido inertes de tal circunstancia…Cuando estamos procesando una vivencia con sus emociones éstas nos interpelan con preguntas y éstas últimas nos dan la posibilidad de que nuestra experiencia sea fuente de aprendizaje. Poder procesar las emociones nos demuestra la compleja maraña de sensaciones que una sola experiencia nos puede traer y pensar que podemos pasar página sin más reflexión se vuelve una estrategia un tanto irrealista.

Ordenar nuestros sentires, permitirnos saber cómo nos afectan las experiencias a nivel emocional, psicológico y fisiológico es una información no solo relevante sino necesaria para ir surtiéndonos de un autoconocimiento que, sin duda, nos resultará útil en situaciones venideras.

Cierto es que la actitud juega un papel importante. No es lo mismo enfrentarse a las vicisitudes con una actitud positiva, proactiva y flexible a aceptar opiniones que una actitud negativa, derrotista y rígida para con uno mismo. Ahora bien, como sabemos en general, estar todo el tiempo en un polo nos impide ver la profundidad y complejidad de la realidad que transcurre alejada de radicalidades. Con esto me refiero a que hay personas que tienen una actitud positiva, tanto que no se permiten emociones negativas. No se permiten sentirse tristes, pedir ayuda, decir «con esto no puedo/quiero» y otras afirmaciones del estilo. Hay otras personas que con su actitud negativa no pueden encontrar nunca las soluciones puesto que sólo tienen un punto de vista muy cerrado y casi siempre se colocan en un lugar de desventaja (de ahí esa actitud negativa).

Entonces, ¿Cómo hacemos para procesar emocionalmente nuestras experiencias?

Necesitamos darnos el permiso primero para sentir lo que sea que estemos sintiendo, sin que opere el juicio, o si opera no hacerle caso puesto que esto nos limita la experiencia. Una vez nos hemos permitido sentir, podemos hacernos preguntas como:

  • ¿De qué manera siento que esta experiencia me abre una perspectiva?
  • ¿Estoy tendiendo a mirar sólo una clase de información (positiva o negativa)?
  • Estoy interpretando esta situación con la información obtenida de esta misma situación o estoy trayendo experiencias anteriores que, en realidad, no tienen porqué tener que ver con ésta?
  • ¿Puedo describir con claridad lo que siento? Sino es así, Intento ordenar las emociones e intentar describirlas hasta que me encuentre con un relato claro de lo que siento, pienso, necesito.
  • Si es una experiencia positiva, ¿Soy capaz de utilizar mi criterio para no pasar por alto información relevante que pueda necesitar en el futuro?
  • Si es una experiencia negativa; ¿Cuando analizo la situación lo hago a partir del miedo? Si es así, buscar ayuda para relativizar, buscar nuevas perspectivas, etc.

La lista puede ser más larga, se trata de que veas qué ideas de las arriba expuestas te resuenan y comiences tu proceso personal para encontrar tu especial manera de procesar tus experiencias con responsabilidad, capacidad de fluir y amor por ti mism@.

Es importante poder mantener conversaciones de este tipo, con otros y con nosotros mismos. Si eres extrovertida, posiblemente te ayudará compartir la experiencia con otros, hazlo! Sin olvidar desarrollar tu propio criterio y estilo personal. Si eres introvertida posiblemente prefieras analizar la experiencia por tu cuenta, hazlo! Sin olvidarte que a veces compartir puede ayudarnos a abrir las posibilidades existentes.

Darte la posibilidad de integrar las experiencias por las cuales vas transcurriendo es un regalo que nadie más puede hacer por ti.

Tomar decisiones

Cuando tenemos que tomar decisiones se ponen en juego varios factores que pueden hacer este proceso un poco más complicado. La urgencia también afecta este proceso. No es lo mismo tener tiempo para decidir que disponer de un tiempo limitado.

La manera o el estilo de toma de decisiones también afecta. Hay personas que son impulsivas y lo son también en la toma de decisiones, otras ,en cambio, son de las que le dan vueltas a todo muchas más veces de las necesarias. Como siempre en el equilibrio está la clave.

Entonces ¿qué es importante tener en cuenta para tomar una decisión?

Primero intentar estar en un espacio tranquilo nos permite valorar cuáles son los pros y los contras involucrados en este proceso de toma de decisión. Es decir, abordar la problemática recurriendo al análisis. Como si de una película se tratara vamos a analizar cuáles son los personajes involucrados en esta cuestión, cuáles serían los objetivos que tiene cada uno de estos personajes. Además también vamos a tener en cuenta el tiempo que tengo y el contexto en el cual se produce esta problemática.

Bien, ¿Por qué es importante tener en cuenta los objetivos de todas las partes involucradas? Porque tendemos a ver las situaciones desde nuestro particular punto de vista. Al querer conseguir algo nuestra energía está abocada justamente en eso: en conseguir. Esa manera de focalizar el problema nos deja un poco ciegos de la situación porque no tenemos en cuenta que el otro , o los otros, también necesitan conseguir algo. Con lo cual va a ser más fácil si, desde el principio tenemos claro todos los objetivos: los nuestros y los ajenos. Una vez está claro el mapa de la situación con los objetivos y sus personajes vamos a intentar pensar otras maneras de resolver distintas a la primera que se nos ocurre. Esta práctica es interesante para abrir nuevas perspectivas, para despertar nuestra creatividad, y para tener más conciencia de lo que queremos conseguir.

En ocasiones procuramos tomar una decisión sin estar seguros realmente de lo que queremos y cómo lo queremos. En este sentido la urgencia es una mala amiga, así como la impulsividad. Cuándo tomamos decisiones además del análisis también juega un gran papel nuestra intuición. Es decir que vamos a poner en funcionamiento tanto nuestra parte analítica como nuestra parte intuitiva. Para que ambas aprendan a llevarse bien lo que necesitamos es tomarnos el tiempo que necesitamos. Cada uno de nosotros tenemos un ritmo particular de hacer las cosas. Si eres de procesos lentos respeta tus tiempos porque los resultados serán mejores. Ahora bien, si eres de los que le da mil vueltas a las cosas tampoco ayuda quedarse incrustado en una idea. Si quieres darle vueltas a algo, procura que sea de manera creativa como decía al principio. Si te permites nuevas maneras de abordar una idea estás dentro de un proceso equilibrado, cuando sólo dudas y das vueltas a lo mismo una y otra vez estás generándote estrés, frustración y tu autoestima se ve resentida porque no estás confiando en ti misma dentro del proceso.

¿Qué pasa con la impulsividad? Muchas veces tomamos las decisiones de manera impulsiva para sacarnos el problema de encima, este gesto es una mala estrategia puesto que nos lleva a tener después que resolver situaciones añadidas. Si no es el momento de tomar una decisión: no la tomes. Es mucho mejor postergar (tampoco indefinidamente) que accionar sobre algo sin haber tenido en cuenta las repercusiones que tendrá la decisión.

En resumen:

  1. Elige un lugar tranquilo que te permita hablar contigo misma
  2. Piensa en los objetivos de todas las personas involucradas
  3. Analiza la situación como si fuera una escena de una película (te permite un distanciamiento emocional)
  4. Sé honesta con lo que quieres conseguir y la manera en que quieres hacerlo
  5. Utiliza tu capacidad analítica así como la intuitiva para lograr un equilibrio
  6. Cuidado con dejarte llevar por la impulsividad
  7. Evita quedarte estancada en el mismo pensamiento

Cuando necesites tomar decisiones: escúchate y descubre lo que es mejor para ti.

Problemas en la comunicación

 ¿Te ocurre que algunas veces quieres comunicar algo y terminas comunicando algo totalmente distinto? Por ejemplo, digamos que tienes que decirle a alguien algo que sabes le va a caer mal pero para ti es imperante que lo sepa. Te preparas, aprovechas un encuentro y empiezas aunque a mitad de frase al ver la cara de asombro del otro terminas diciendo algo distinto, o suavizándolo o…..(rellena con lo que te devolvió tu memoria). 

Bien, es más normal de lo que crees. 

Para entender estas variaciones entre lo que decidimos hacer y lo que en efecto terminamos haciendo tenemos que reflexionar sobre las expectativas que tenemos con aquello que queremos comunicar y las creencias sobre los efectos que tendrá nuestra comunicación en el otro. Con esto me refiero a que nuestra interpretación de la situación muchas veces está desajustada porque puede estar coloreada de los miedos, expectativas y experiencias anteriores. Damos por sentado más cosas de las que somos conscientes y esto puede derivar en que cuando confrontamos la situación nos cuesta escuchar y ver las señales reales de comunicación verbal y no verbal del otro. 

El ejercicio sano de comunicación radica en intentar comunicar en su totalidad aquello que necesitamos que el otro sepa y después escuchar lo que el otro tiene como devolución. Parece simple, pero a la hora de ejecutar esta acción pueden saltar automatismos que funcionan como mecanismos de defensa. Estos automatismos van desde cerrar la comunicación desde nuestra comunicación no verbal (dejar de mirar a nuestro interlocutor, gesticulaciones que denotan juicio hacia el otro, etc.) hasta manifestaciones verbales tales como interrumpir al otro, interpretar lo que el otro quiere decir sin dar oportunidad real de que se exprese, etc.) ¿Cuántas veces te han dicho la frase (o te han dicho) : es que no me escuchas! 

Escuchar y comunicar de manera asertiva y sana conlleva estar dispuestos a invertir un tiempo y una energía en hacer contacto real con el otro. No podemos pretender que nos escuchen si nosotros no estamos escuchando sino sólo tratando de que hagan lo nosotros queremos o nos den la razón. Se hace imprescindible entender que nuestra realidad forma parte de un entramado muy personal en el cual están mezcladas varias cosas: objetivos, creencias, miedos, expectativas, necesidades, ilusión. Y el otro, hemos de entender que tiene su propia realidadcon el mismo complejo entramado así es que si queremos llegar a algún puerto en dónde realmente nos escuchen y nos enteremos de lo que le pasa al otro no queda otra opción disponible que dejar de querer tener la razón y realmente intentar conectar con el otro. Ya habrá tiempo de debatir, matizar, ponerse o no de acuerdo. Nada de eso es posible sino estamos conectados con nosotros mismos y con el otro. 

¿Y por qué cuesta tanto esta conexión? Pues porque percibimos nuestra vulnerabilidad y estar vulnerables con invita a quitarnos nuestras máscaras. Estar sin nuestras máscaras implica bajar nuestras defensas y no nos gusta sentirnos desprotegidos. El problema es que nuestras máscaras obedecen a determinados objetivos y protecciones y cuando la llevamos puesta probablemente nos lleva a reaccionar de una manera irreflexiva y repetitiva. Si queremos accionar en vez de reaccionar es necesario quitarnos la máscara, interesarnos en lo que el otro tiene para decirnos y decir honestamente lo que vinimos a comunicar. Al principio puede resultar complicado pero en la práctica y en la confrontación de realidades se haya la clave para que, poco a poco, nos salga de una manera más orgánica y nuestras máscaras vengan en nuestra ayuda en vez de limitarnos.