Quiénes somos no está definido con lo que tenemos, lo que deseamos tener, lo que hacemos o lo que dejamos de hacer. El saber quién es una es un trabajo a tiempo completo y requiere de mimo y dedicación. La buena noticia es que estamos acostumbradísimas a ponerle mimo y dedicación a lo que hacemos, el problema es que muchas de las cosas que hacemos las hacemos por los otros y no para nosotras.
Cuando vamos medio dormidas por la vida es como si sólo viéramos con un ojo, escucháramos por una oreja, etc. Tenemos la perspectiva sesgada. El ir medio dormidas quiere decir que estamos “centradas en el afuera”. Quiere decir que hemos dejado de escuchar nuestro adentro para dar prioridad a actividades, necesidades, objetivos que tienen que ver con conseguir cosas. Quiere decir que hace rato que no nos escuchamos, no le hacemos caso a nuestra voz interna con toda su sabiduría.
El ruido externo nos llena de retos y nos quita tiempo. El ir medio dormidas nos pone en peligro porque nuestro cuerpo está acallado, nos ha dado avisos varios y como no le hemos escuchado hemos terminado normalizando sus alertas. La intuición se merma si no la usamos. Nuestra libertad se oxida sino la ejercitamos. Nuestra creatividad se mustia si todo el tiempo repetimos los mismos actos, las mismas situaciones.
Hay que estar bien despiertas, con los ojos abiertos y curiosos para leer todas las señales. También es necesario hacer un ejercicio de honestidad. Ser honestas para decir lo que pensamos, expresar nuestros sentires, poner límites siendo ecuánimes. Todas esas son señales de salud física, mental y energética.
¿Cuáles son los riesgos a los que nos enfrentamos si vamos medio dormidas por la vida? Son muchos y diversos.
- Hacer esfuerzos enormes para que todos estén bien aún a costa de nosotras mismas.
- Permitir que den por sentado que nuestro tiempo y dedicación valga menos que los de los demás.
- Rodearnos de personas/relaciones tóxicas.
- Trabajar tanto que siento que sólo hago eso: trabajar.
- Priorizar al otro cuando deberíamos priorizarnos a nosotras mismas.
- Haber perdido la voz para decir lo que pensamos/sentimos cuando lo estamos pensando/sintiendo.
- Decir que si cuando quiero decir no. Decir no cuando quiero decir que sí.
- No saber lo que quiero ni cómo lo quiero.
- Permitir que mi camino se vea estancado a la espera de otro/as.
- Sentir que nuestra opinión no cuenta.
- No saber lo que necesito.
Y la lista sigue…Seguro que mientras leías se te han ocurrido algunas señales más que indican que la mujer está medio dormida, casi como zombi. Otro está al timón.
Es urgente recuperar el timón. Tomar nuestras propias decisiones. Hacer caso a nuestra intuición. Hacer caso de esa llamada del mar, del bosque, de la montaña. Hacer caso de esa imagen con la que sueñas a menudo, tanto dormida como despierta. Prueba por ti misma qué ocurre cuando haces caso a tu sabiduría interna.
No dejes que nadie decida por ti. Tú eres quien estará contigo incondicionalmente cada día de tu vida, todo lo demás es circunstancial así que ocúpate de tener una buena relación contigo misma. De aprender a escucharte, de aprender a cuidarte como es debido, con la misma dedicación (o más) que cuando cuidas a los otros.
Vale la pena volver a nuestro hogar, siempre que lo necesitemos. Y con hogar no me refiero a dónde vives físicamente, sino donde vive esa hermosa parte tuya dónde se alojan tus luces y sombras. A veces el camino no está señalizado, a veces hay tormenta y seres extraños que te dan ganas de volver corriendo a la superficie, pero si persistes encontrarás el camino, porque es el tuyo y si nos perdemos es porque no prestamos atención a todas las señales que están allí.
Tomate tu tiempo, respira, ponte en pie y vuelve a ti misma. Siempre vale la pena, sin importar lo que encuentres porque al final no hay mejor compañía que cuando te acompañas a ti misma.