Acompañar los cambios

¿Sabemos acompañar los cambios? Estamos inmersos en cambios constantes. Unos más importantes que otros. Unos con más consecuencias que otros, cambios al fin. Algunos cambios son auto-dirigidos y otros son más bien impuestos.  Estos últimos son los más difíciles de asimilar quizá porque están muchas veces no sincronizados con nuestro ritmo interno hacer las cosas.

Una reacción concurrida ante los cambios que creemos/pensamos/sentimos no podemos controlar es resistirse. Intentar por todos los medios que no ocurra. O retrasarlo o taparlo o cualquier estrategia que utilices. El inconveniente con estas estrategias es que no resuelve el problema y genera angustia porque sabemos que el cambio llegará. En muchas de las ocasiones en que nos resistimos a los cambios tiene más que ver con el miedo que nos infunde este territorio desconocido. Estar en el lugar (situación, persona, aspecto físico, etc.) conocido nos da sensación de control. Ahora bien, el control es una ilusión. Todo escapa a nuestro control de una manera u otra. Quizá lo que necesitamos es aprender a prepararnos para ellos. En vez de luchar en contra podemos poner de nuestra parte intentando que la transición sea amable y tengamos tiempo de aprender e integrar para funcionar mejor.  

Lo desconocido no es sinónimo de malo. También es común que cada uno tenga ya una construcción mental de lo que significa “ese cambio”. Es decir, en nuestra mente creamos una realidad con distintos datos. Estos datos provienen de: experiencias pasadas, creencias formadas por nosotros, expectativas, educación y el contexto social del que provenimos. Si nuestra creencia en esta nueva realidad, en este cambio, está etiquetado como negativo seguramente pondremos en marcha los mecanismos de defensa de los que hablábamos antes intentando retrasar e incluso impedir el cambio. Una pregunta adecuada en esta situación sería: ¿Esta creencia que tengo sobre este cambio de dónde viene? A veces cuestionar lo que creemos, intentar ser objetivos con los datos que tenemos delante es la mejor estrategia porque nos liberamos de etiquetas. Nos damos la oportunidad de reflexionar y tomar decisiones. Accionar en vez de reaccionar.  

¿Cómo acompaño los cambios?

Acompañar los cambios que se van sucediendo en nuestros ciclos vitales va desde permitirnos recabar información hasta replantearnos nuestras creencias.

  • Después de recabar información reflexiona sobre lo que funciona para ti
  • Pregúntate si el miedo al cambio tiene que ver con un miedo tuyo real o más bien tiene que ver con un pre-etiquetado social
  • Intenta pensar con perspectiva y creatividad si estos cambios de hecho pueden traer experiencias positivas 
  • Pregúntate si tus resistencias al cambio tienen que ver con las expectativas que tienen los demás en ti y estás haciendo tuyas
  • Busca ayuda si crees que este cambio pide un acompañamiento

Es normal sentirse a veces paralizado o abrumado por los cambios. La aceptación de estos cambios que se irán sucediendo a lo largo de todo nuestro ciclo vital es esencial para una adecuada salud mental.

El perfeccionismo

Librar una batalla campal con nosotros mismos, agotarnos hasta el límite para terminar descontentos es una de las maneras de definir el perfeccionismo.

Diferenciar entre: dar lo mejor de nosotros mismos y pensar que somos infalibles creyendo que nuestro esfuerzo solo es válido si es una clon de nuestro ideal. Aquí está la clave para identificar nuestros deseos de irrealidad.

Dar muchas más vueltas de lo necesario a un tema es rumiar y tiene que ver con quedarse estancado en una idea. Este estancamiento no resuelve el problema y además nos genera sentimientos negativos de frustración, tristeza, rabia, y en algunos casos, cuando el perfeccionismo es obsesivo, puede intervenir gravemente con nuestro día a día. Querer hacer las cosas bien nos permite superarnos, ser creativos, desarrollar nuestra autoestima de manera funcional y sana. Querer hacer las cosas perfectas nos sitúa en un lugar imposible en dónde nos olvidamos de nosotros mismos. Poner la cantidad de dedicación, energía y tiempo razonable a una situación, tarea o persona es una gestión sana. Si esta dedicación sobrepasa los límites entonces estamos siendo perfeccionistas.

¿Cómo sé que me estoy pasando? Bien, pongamos algunos ejemplos. Si te llevas el trabajo a casa, es medianoche (o mucho más tarde), se te caen los ojos de sueño y sigues en el ordenador: te estas pasando. Si se te ha olvidado comer, ir al baño, tomar agua y te sientes intranquila o irritado te estás pasando. Si tienes la cabeza embotada, el ceño fruncido como si estuviera tatuado, y una sensación de ansiedad flotante te estás pasando….Seguro que a ti se te ocurren muchas maneras más de reconocer si excedes tus propios límites. Hazle casos a tus señales, que por algo ahí están.

El hecho de que sea tan importante que algo quede perfecto puede ocasionarnos problemas en nuestra autoestima porque se confunde lo que estamos haciendo con quién somos y nuestra valía personal. Si algún proyecto (o conversación) nos sale diferente a lo que teníamos pensado no quiere decir que nosotros somos: malos, ineptos, o cualquier adjetivo cruel con el cual somos capaces de calificarnos. Quiere decir que tenemos que practicar más. Quiere decir que necesitamos quizá más información. O simplemente quiere decir que necesitamos un descanso. Alimentar nuestra salud mental tiene que ver con no confundir lo que hago con quién soy. Las actividades que realizo están sujetas a multitud de factores. Los resultados de esas actividades no pueden ser la base de nuestra autoestima porque entonces estamos situando nuestra felicidad en factores externos a nuestra persona y que escapan a nuestra gestión.

Comprender que podemos equivocarnos es en realidad parte del proceso y que el hecho de cometer estos errores es positivo porque nos ayuda a dar otra vuelta al pensamiento o encontrar otras maneras de hacer. Este aprendizaje es esencial para poder enfrentarnos a proyectos existentes o nuevos sin tener la sensación de que cada actividad es un proyecto titánico. El perfeccionismo nos limita la creatividad y nos promueve la sensación de que cada cosa en la que me voy a embarcar es mucho trabajo, me llevará mucho tiempo y encima no sé si daré la talla.

Nos puede ayudar tener estrategias para ir saliendo del pantano del perfeccionismo. Dedicarnos tiempo de ocio en actividades que hacemos por puro placer nos ayuda. Pasar tiempo con personas que amamos y aprender a reírnos de nosotros mismos es otra buena estrategia. Observar la naturaleza y sus ciclos es otra ya que veremos que no hay perfección sino adaptación, trabajo, y que cada cosa tiene su tiempo. Comenzar un proceso de mirada y trabajo interno, sin duda también nos ayuda.

Hay tiempo para sembrar ,hay tiempo para cosechar y hay tiempo para disfrutar de lo que ya ha crecido… Algunas semillas se convierten en vida y otras no. Donde no ha crecido algo o ha crecido algo con características que no son la que esperábamos es una oportunidad para revisar nuestras expectativas además del trabajo realizado. A veces el resultado (o no resultado) nos permite encontrar nuevas maneras de organización y gestión para desarrollar unos buenos resultados que nos generen alegría en vez de procesos perfeccionistas que nos dejen exhaustos y seamos incapaces de disfrutar.

Pregúntate si vale la pena hacer las cosas para obtener resultados cuyos baremos están creados por ideales inalcanzables y agotarte en el proceso. Pregúntate si vale la pena aceptar que eres un ser humano, que es capaz de hacer las cosas razonablemente bien, aunque no perfectas.