Dedicarse tiempo en esta época de multitud de actividades no es tarea fácil. O eso parece puesto que la frase que más se escucha es; «no tengo tiempo para eso». Tenemos habilidad para disponer nuestra agenda de todo tipo de compromisos y actividades pero cuando llega el momento de darnos un respiro, hacer algo que nos gusta o simplemente no hacer nada aparece la frase de «no tengo tiempo».
Y sí que tenemos tiempo, un tiempo determinado, es cierto, para combinarlo con otras cosas, también cierto. Nuestro trabajo está en ordenar y priorizar el tiempo de tal manera que también nuestras necesidades queden cubiertas. Hay toda clase de maneras de dedicarse tiempo a uno mismo. Algunos prefieren caminar, otros nadar, otros sentarse a pensar, leer un libro, bailar, cocinar, tocar un instrumento, escribir, lo importante es que cuando estés inmersa/o en ese momento te sientas relajado, y lo hagas a tu ritmo. Recuperar el ritmo interno es importante y esta actividad que nos da paz y alegría nos ayuda con eso. Tomar consciencia de que somos capaces de hacer muchas cosas distintas al día, cronometrados, con fechas de entregas, horarios rígidos, etc. nos lleva a un estado de estrés (que aunque sea controlado en algunos casos) tiene impacto en nosotros tanto a nivel psicológico como físico. No tener oportunidad de recuperar nuestro ritmo interno nos puede generar cansancio crónico, insomnio, problemas gastrointestinales, dolor de cabeza, entre otros síntomas psicosomáticos. Recuperar nuestra consciencia corporal para escuchar las señales de nuestro cuerpo y dedicarnos el tiempo necesario para recuperarnos es esencial tanto para nuestra salud física como mental.
Hay veces en las cuales una persona está perdida y no sabe identificar cómo puede dedicarse tiempo, qué puede hacer para sentirse bien. Es una excelente oportunidad para explorar cosas nuevas con otros o con nosotros mismos. El no saber puede genera ansiedad mientras no lo aceptamos, una vez logramos aceptarlo es la base oportuna desde donde salir a explorar. Acordarnos qué nos gustaba hacer de pequeños puede darnos pistas. Hacer algo por fin sin la determinación de que sea productivo sino que nos genere placer. Si voy a pintar no es para hacer el mejor cuadro que haya hecho, sino porque me gusta pintar. Cambiar esa manera de enfocar la actividad es lo que marca la diferencia entre que nos genere tensión o satisfacción. Piénsalo. Pasamos muchas horas al día haciendo cosas para que queden bien. ¿Y nosotros estamos bien? ¿Tan importante es el resultado si no estamos disfrutando plenamente el proceso? Nosotros somos la única persona que nos hace compañía desde el primer día hasta el último sin excepción, así que vale la pena cuidarnos y estar primeros en la lista, ¿No crees?
Guarda un ratito al día para ti. Para preguntarte cómo te sientes, qué necesitas. Escucha el cuerpo y dale el descanso necesario, los pensamientos adecuados y tomate el tiempo para hacer eso que te hace sentir mejor. No lo pospongas. Escríbelo en tu agenda y cúmplelo, tal y como haces con todo lo demás. Cómo cualquier hábito a veces puede tardar un poco en implementarse pero después habrás incorporado tiempo para ti cada día que te reportará muchos beneficios, muchos más que si no te dedicaras ese tiempo. De parar un poco y relajarse nuestra mente (tal y como pasa cuando estamos dormidos) se recupera.
Si tienes oportunidad de estar cerca de la naturaleza aprovéchalo, sal del ordenador o de cualquier dispositivo electrónico y escucha el sonido del mar, de los árboles si están en el bosque. No hay nada como la naturaleza para recordarnos que el tempo en el que interactuamos con el entorno no necesariamente es rápido. Hay un momento para cada cosa y no hace falta estar haciendo más de una cosa a la vez. Si no tienes naturaleza cerca cierra los ojos, escucha el sonido de tu respiración, siente tus propios latidos…Es posible parar. Es posible dedicarse un tiempo. Date permiso.