Tomar decisiones

Cuando tenemos que tomar decisiones se ponen en juego varios factores que pueden hacer este proceso un poco más complicado. La urgencia también afecta este proceso. No es lo mismo tener tiempo para decidir que disponer de un tiempo limitado.

La manera o el estilo de toma de decisiones también afecta. Hay personas que son impulsivas y lo son también en la toma de decisiones, otras ,en cambio, son de las que le dan vueltas a todo muchas más veces de las necesarias. Como siempre en el equilibrio está la clave.

Entonces ¿qué es importante tener en cuenta para tomar una decisión?

Primero intentar estar en un espacio tranquilo nos permite valorar cuáles son los pros y los contras involucrados en este proceso de toma de decisión. Es decir, abordar la problemática recurriendo al análisis. Como si de una película se tratara vamos a analizar cuáles son los personajes involucrados en esta cuestión, cuáles serían los objetivos que tiene cada uno de estos personajes. Además también vamos a tener en cuenta el tiempo que tengo y el contexto en el cual se produce esta problemática.

Bien, ¿Por qué es importante tener en cuenta los objetivos de todas las partes involucradas? Porque tendemos a ver las situaciones desde nuestro particular punto de vista. Al querer conseguir algo nuestra energía está abocada justamente en eso: en conseguir. Esa manera de focalizar el problema nos deja un poco ciegos de la situación porque no tenemos en cuenta que el otro , o los otros, también necesitan conseguir algo. Con lo cual va a ser más fácil si, desde el principio tenemos claro todos los objetivos: los nuestros y los ajenos. Una vez está claro el mapa de la situación con los objetivos y sus personajes vamos a intentar pensar otras maneras de resolver distintas a la primera que se nos ocurre. Esta práctica es interesante para abrir nuevas perspectivas, para despertar nuestra creatividad, y para tener más conciencia de lo que queremos conseguir.

En ocasiones procuramos tomar una decisión sin estar seguros realmente de lo que queremos y cómo lo queremos. En este sentido la urgencia es una mala amiga, así como la impulsividad. Cuándo tomamos decisiones además del análisis también juega un gran papel nuestra intuición. Es decir que vamos a poner en funcionamiento tanto nuestra parte analítica como nuestra parte intuitiva. Para que ambas aprendan a llevarse bien lo que necesitamos es tomarnos el tiempo que necesitamos. Cada uno de nosotros tenemos un ritmo particular de hacer las cosas. Si eres de procesos lentos respeta tus tiempos porque los resultados serán mejores. Ahora bien, si eres de los que le da mil vueltas a las cosas tampoco ayuda quedarse incrustado en una idea. Si quieres darle vueltas a algo, procura que sea de manera creativa como decía al principio. Si te permites nuevas maneras de abordar una idea estás dentro de un proceso equilibrado, cuando sólo dudas y das vueltas a lo mismo una y otra vez estás generándote estrés, frustración y tu autoestima se ve resentida porque no estás confiando en ti misma dentro del proceso.

¿Qué pasa con la impulsividad? Muchas veces tomamos las decisiones de manera impulsiva para sacarnos el problema de encima, este gesto es una mala estrategia puesto que nos lleva a tener después que resolver situaciones añadidas. Si no es el momento de tomar una decisión: no la tomes. Es mucho mejor postergar (tampoco indefinidamente) que accionar sobre algo sin haber tenido en cuenta las repercusiones que tendrá la decisión.

En resumen:

  1. Elige un lugar tranquilo que te permita hablar contigo misma
  2. Piensa en los objetivos de todas las personas involucradas
  3. Analiza la situación como si fuera una escena de una película (te permite un distanciamiento emocional)
  4. Sé honesta con lo que quieres conseguir y la manera en que quieres hacerlo
  5. Utiliza tu capacidad analítica así como la intuitiva para lograr un equilibrio
  6. Cuidado con dejarte llevar por la impulsividad
  7. Evita quedarte estancada en el mismo pensamiento

Cuando necesites tomar decisiones: escúchate y descubre lo que es mejor para ti.

El perfeccionismo

Librar una batalla campal con nosotros mismos, agotarnos hasta el límite para terminar descontentos es una de las maneras de definir el perfeccionismo.

Diferenciar entre: dar lo mejor de nosotros mismos y pensar que somos infalibles creyendo que nuestro esfuerzo solo es válido si es una clon de nuestro ideal. Aquí está la clave para identificar nuestros deseos de irrealidad.

Dar muchas más vueltas de lo necesario a un tema es rumiar y tiene que ver con quedarse estancado en una idea. Este estancamiento no resuelve el problema y además nos genera sentimientos negativos de frustración, tristeza, rabia, y en algunos casos, cuando el perfeccionismo es obsesivo, puede intervenir gravemente con nuestro día a día. Querer hacer las cosas bien nos permite superarnos, ser creativos, desarrollar nuestra autoestima de manera funcional y sana. Querer hacer las cosas perfectas nos sitúa en un lugar imposible en dónde nos olvidamos de nosotros mismos. Poner la cantidad de dedicación, energía y tiempo razonable a una situación, tarea o persona es una gestión sana. Si esta dedicación sobrepasa los límites entonces estamos siendo perfeccionistas.

¿Cómo sé que me estoy pasando? Bien, pongamos algunos ejemplos. Si te llevas el trabajo a casa, es medianoche (o mucho más tarde), se te caen los ojos de sueño y sigues en el ordenador: te estas pasando. Si se te ha olvidado comer, ir al baño, tomar agua y te sientes intranquila o irritado te estás pasando. Si tienes la cabeza embotada, el ceño fruncido como si estuviera tatuado, y una sensación de ansiedad flotante te estás pasando….Seguro que a ti se te ocurren muchas maneras más de reconocer si excedes tus propios límites. Hazle casos a tus señales, que por algo ahí están.

El hecho de que sea tan importante que algo quede perfecto puede ocasionarnos problemas en nuestra autoestima porque se confunde lo que estamos haciendo con quién somos y nuestra valía personal. Si algún proyecto (o conversación) nos sale diferente a lo que teníamos pensado no quiere decir que nosotros somos: malos, ineptos, o cualquier adjetivo cruel con el cual somos capaces de calificarnos. Quiere decir que tenemos que practicar más. Quiere decir que necesitamos quizá más información. O simplemente quiere decir que necesitamos un descanso. Alimentar nuestra salud mental tiene que ver con no confundir lo que hago con quién soy. Las actividades que realizo están sujetas a multitud de factores. Los resultados de esas actividades no pueden ser la base de nuestra autoestima porque entonces estamos situando nuestra felicidad en factores externos a nuestra persona y que escapan a nuestra gestión.

Comprender que podemos equivocarnos es en realidad parte del proceso y que el hecho de cometer estos errores es positivo porque nos ayuda a dar otra vuelta al pensamiento o encontrar otras maneras de hacer. Este aprendizaje es esencial para poder enfrentarnos a proyectos existentes o nuevos sin tener la sensación de que cada actividad es un proyecto titánico. El perfeccionismo nos limita la creatividad y nos promueve la sensación de que cada cosa en la que me voy a embarcar es mucho trabajo, me llevará mucho tiempo y encima no sé si daré la talla.

Nos puede ayudar tener estrategias para ir saliendo del pantano del perfeccionismo. Dedicarnos tiempo de ocio en actividades que hacemos por puro placer nos ayuda. Pasar tiempo con personas que amamos y aprender a reírnos de nosotros mismos es otra buena estrategia. Observar la naturaleza y sus ciclos es otra ya que veremos que no hay perfección sino adaptación, trabajo, y que cada cosa tiene su tiempo. Comenzar un proceso de mirada y trabajo interno, sin duda también nos ayuda.

Hay tiempo para sembrar ,hay tiempo para cosechar y hay tiempo para disfrutar de lo que ya ha crecido… Algunas semillas se convierten en vida y otras no. Donde no ha crecido algo o ha crecido algo con características que no son la que esperábamos es una oportunidad para revisar nuestras expectativas además del trabajo realizado. A veces el resultado (o no resultado) nos permite encontrar nuevas maneras de organización y gestión para desarrollar unos buenos resultados que nos generen alegría en vez de procesos perfeccionistas que nos dejen exhaustos y seamos incapaces de disfrutar.

Pregúntate si vale la pena hacer las cosas para obtener resultados cuyos baremos están creados por ideales inalcanzables y agotarte en el proceso. Pregúntate si vale la pena aceptar que eres un ser humano, que es capaz de hacer las cosas razonablemente bien, aunque no perfectas.