¿Autoexigencia o autocuidado?
¿Por qué confundimos, en ocasiones, autoexigencia con autocuidado? Cuando estamos sumergidos en alcanzar constantemente “faros externos” es cuando podemos tender a no diferenciar el hecho de evolucionar con autocastigarse.
Cuando ponemos el baremo en ejemplos ajenos a nuestro Ser no va a ser difícil entrar en una espiral de censura y juicio en donde nada es suficiente, empezando por nosotros mismos.
Nos organizamos alrededor de objetivos finales, de “cosas o situaciones a conseguir” y rara vez esto que queremos conseguir está alineado con quien en realidad somos. No tiene nada de malo querer alcanzar objetivos, lo que hemos de tener cuidado es lo que dejamos en el camino: porque si es nuestra salud (física y/o mental), estaremos pagando un precio demasiado caro.
Entrar en la rueda de la autoexigencia es cuando estamos llenos de listas de tareas y empezamos a confundir prioridades. Cuando dejamos de comer, dormir o tener momentos de ocio y descanso que son los reguladores de nuestra salud mental. Lo que hacemos no puede desequilibrar quienes somos. Es un reto importante, es verdad, pero vale la pena.
El autocuidado empieza cuando nos escuchamos.
Cuando prestamos atención a síntomas que tenemos, que no son otra cosa que alarmas muy eficientes, que nos pueden encauzar a tomar medidas hacia nuestras necesidades reales. ¿Por qué? Por que un síntoma muestra un desequilibrio, y hemos de poner tiempo y esfuerzo en arreglarlo, si no lo escuchamos y priorizamos nuestra “lista de tareas tan importantes” nos encontraremos que estos síntomas irán a más y nos impedirán cualquier tipo de actividad y un camino más largo a volver a encontrar nuestro equilibrio. Sin equilibrio no podemos funcionar por mucho tiempo.
La base de la autoexigencia se construye cuando sentimos miedo. Esta emoción que tiene la función específica de avisarnos de “posibles peligros” cuando está desajustada por el pensamiento en bucle nos dice: “no somos suficientes”. Entonces comenzamos a ir en piloto automático con referentes que “han conseguido cosas” y dejamos de escucharnos. El miedo nos va a decir que es mejor no parar, porque el estado de hipervigilancia está en constante movimiento. Poner perspectiva y dejar de estar fascinados con ejemplos autoimpuestos a nuestra vida será de gran ayuda para volver a un estado más ecuánime que nos permita visualizar el horizonte.
Si tengo ansiedad, pensamientos de infravaloración, si no puedo disfrutar, si me cuesta encontrar una sensación que se parezca a la tranquilidad hay un desequilibrio.
Construirse un hogar interno en donde uno pueda volver después del ajetreo de todas las obligaciones, deseos, objetivos es imprescindible. Tener un espacio interno en donde sí soy suficiente y puedo descansar en mí independientemente de “lo que pase fuera” me va ser mucho más productivo y sano que estar corriendo incesantemente sin tratarme como realmente me merezco: bien.
Si quieres leer más artículos sobre salud mental ENTRA AQUÍ
Si necesitas acompañamiento psicológico: AGENDA TU CITA