Cómo cuesta a veces permitir que un punto de vista que “tengo tan claro” se flexibilice. La polarización que está detrás de este punto de vista inamovible podría ser fuente de frustración, incomodidad e incluso dolor. 

Hablando de dolor, muchas veces cuando nos hemos polarizado en un rincón del pensamiento lo que estamos intentando es defendernos de alguna emoción. En muchas de estas ocasiones es el miedo el que está detrás de este muro inquebrantable que no nos deja abrir un poco más la mirada. La polarización de una idea se siente un lugar seguro porque “sé” todo lo que allí ocurre y tengo la ilusión también que controlaré todo lo que vendrá de ese lugar. Quizá en cierto sentido pueda parecer que funcione y que viva en un estado emocional neutro “sin complicaciones y sin malestar” hasta que eso ya no se sostiene. Es imposible que se sostenga a largo plazo porque nosotros somos seres dinámicos, nuestros vínculos son dinámicos, las situaciones son dinámicas. ¿Cómo podemos pretender que una sola dinámica pueda servir a todas las variantes de la vida y nuestro ciclo vital?. 

Vivir implica riesgo, en todos los sentidos, a veces más o otras menos pero es una de las reglas del juego de la vida misma. No podemos jugar y pretender que las reglas del juego no nos aplican a nosotros, (algo en lo que insistimos mucho como seres humanos). 

Quizá nos pueda ayudar a no colisionar en el pensamiento siempre que el sentimiento aparezca, el hecho de tener en cuenta que cada situación tiene una serie de posibilidades. Algunas las vemos y otras se nos hacen invisibles, cuando más “lo tenga claro que es así” más invisibles serán esas otras posibilidades.  

Flexibilizar mi punto de vista sí, es desapegarse del “es que tengo razón” y otras variedades como etiquetas del estilo, es que si no hago esto soy x o los que hacen aquello son y”…

Flexibilizar se trata de reconocerme en este momento vital como ese ser humano que soy, con lo que he aprendido y con todo lo que me falta aprender, que si somos honestos, seguro que es un montón. 

Si te permites escuchar y preguntar/te en vez de polarizar con tu ya formada opinión, seguramente, te sentirás más libre y tu espontaneidad volverá a encontrar su cauce. 

 

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