El juego de poder con uno mismo tienen su base en auto-retarse contra viento y marea.
El “yo puedo” por encima de todo. Un intento de subyugar mi salud mental y/o física a mis creencias y a seguir como si nunca hubiera pasado nada.
Esto tiene un peligro enorme porque en teoría “me estoy superando” cuando en realidad puedo estar reprimiendo mis necesidades vitales las cuales son urgentes e importantes.
Nuestra vida va tomando distintas direcciones, algunas de las cuales elegimos y otras, se nos imponen e intentamos adaptarnos de la mejor manera que sabemos.
Uno de los mecanismos que solemos utilizar, es el intentar controlar.
Algunas situaciones irrumpen y nos dejan tan desprevenidos que nuestro instinto intenta reconducir todo a “como estaba”. O, a lo que alguna vez funcionó aunque haya sido en un pasado lejano. Esto es normal puesto que siempre la intención es la de hacernos la vida más fácil. Esta es una intersección importante en donde tenemos o, bien la posibilidad del desvío consistente en aplicar flexibilidad o la trampa de la autoexigencia.
Cuando jugamos al juego de poder en contra de nosotras mismas rige el pensamiento y una máscara concreta que no aceptamos que, al menos en este momento, necesitamos cambiar /flexibilizar/reorientar.
Cuando el pensamiento me lleva a una dirección que acabará por enfermarme tengo que equilibrar en la escucha del cuerpo, de las emociones, de aquello que percibo pero no lo quiero considerar al ser no tangible.
El ajuste de perspectiva es importante para darme cuenta que estoy en esta situación.
Puedo hacerme preguntas que tengan en cuenta espacios de tiempo largos:
¿Cómo me he estado sintiendo en las últimas semanas de manera general?
¿Qué cambios de humor / energía / físicos he notado desde que me siento con algún desequilibrio?
No te centres en encontrar una causa puntual o en medir el tiempo desde que tal cosa haya pasado porque el ego salta rápido esas barreras con frases del estilo “pero si ya, con el tiempo que pasó, no puedo sentirme de esta manera”, “esto ya lo superé hace tiempo”, “De qué me quejo si en realidad, esto es lo que yo quería”, etc. Con eso no harás más que invitar sentimientos de confusión que atraen a la culpa (es infructuosa por dónde se la mire).
La clave para escucharse es hacerse preguntas, las que hagan falta, y contestarlas desde la curiosidad. Sin partir de “esto ya me lo sé”.
Colabora contigo desde una actitud de querer conocerte hoy como si fueras un desconocido y entender que siempre estás a tiempo para sentir cosas que no sentiste antes.
Colabora contigo dándote permiso a cambiar de necesidades y de parecer.
Colabora contigo acercándote a lo que te produzca paz y equilibrio. Seguir con el juego de poder no permite que seas quien hoy necesitas ser.
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