En terapia es importante poder trabajar y entender las dinámicas familiares que han precedido nuestra vida adulta. Si no lo hacemos nuestars heridas familiares pueden convertirse en espejos punzantes de heridas en nuestro hoy.
Muchas de las conductas que hoy realizamos, y nos traen dolores de cabeza, están simplemente imitando esos antiguos aprendizajes. La manera en la cual hemos percibido el mundo generan las narrativas que construyen nuestros vínculos.
La toma de consciencia de esas dinámicas, muchas veces invisibles, nos darán mayor entendimiento de cómo podemos estar provocando una situación queriendo paradójicamente evitarla. O cómo estamos utilizando nuestros mecanismos de defensa de una manera que termina por blindar nuestra capacidad de ser permeables a los sentimientos o a nuestra propia intuición.
Abrirnos la puerta a explorar lo que entendemos que está ocurriendo y se repite en nuestra vida en distintos escenarios y diferentes actores nos traerá de vuelta a la calma. Lo que logramos comprender muchas veces duele, pero también se vuelve maleable, lo podemos integrar y así dar un paso más en el ser humano que somos buscando libertad y expansión.
Entender que no podemos cambiar lo que haya ocurrido, pero sí podemos complejizar nuestra capacidad de transformación siendo más justos con nosotros mismos.
Las dinámicas familiares nos han enseñado cómo ver el mundo y respondemos de manera leal o de manera rebelde a estas dinámicas. Cuando invertimos trabajo, amor y paciencia en ese vínculo con nosotras mismas también podemos responder de una manera totalmente diferente a lo que hacíamos sin estar reactivas al pasado. Ofreciéndonos la posibilidad de ofrecer una manera de vinculación que proviene de nuestra propia creatividad y sensibilidad. Nos darnos esa posibilidad es perdernos toda una dimensión enorme de nuestra personalidad y ser en potencia que necesita y sabe dar lo mejor de sí.
Detrás del dolor hay transformación, detrás de la comprensión hay compasión, detrás de la paciencia hay validación.
Cuando comenzamos a entender que muchas de las reacciones que nos habitan no son “porque somos así” sino porque en algún momento nos han ayudado a sobrevivir psíquicamente situaciones complejas entendemos que hay muchas cosas que sí podemos cambiar. Es muy interesante lo liberador que es no identificarse con las conductas, aunque las llevemos a cabo desde tiempos remotos. De nuestras estructuras familiares hemos aprendido y desarrollado muchas maneras automáticas de adentrarnos en el mundo y cuando éstas han funcionado de manera inconsciente se han ido instalando.
El primer paso es hacernos conscientes de estas maneras de reaccionar e ir aprendiendo que podemos volver a estructurar y desarrollar otras acciones que nos sean de mayor utilidad para nuestro yo actual.
Aquello que duele es terreno fértil para reaccionar de manera automática, pero poniendo consciencia, allí en la herida, hace que sea terrero próspero también para crear nuevas estrategias. Para poder preguntarnos quienes somos hoy y que necesitamos para desarrollar nuestra situación, personalidad y relaciones con los demás de una manera coherente con nuestro hoy.
Nuestras heridas son parte de nuestro mapa. Conocerlas, trabajarlas e integrarlas nos hace más libres. Nuestra infancia, las dinámicas familiares aprendidas, moldean claro aspectos importantes de nuestra conducta. Pero no tienen porque cristalizarse si sentimos que necesitamos conducir nuestra vida y afectos de maneras distintas a lo que veníamos haciendo. Mirar de frente las heridas es tarea compleja. Pero también es parte del camino que me va a llevar a reescribir la narrativa de mi vida, y expandir mis posibilidades internas a lugares donde nunca hubiera imaginado.
Si quieres leer más artículos sobre salud mental ENTRA AQUÍ
Si necesitas acompañamiento psicológico: AGENDA TU CITA