Los vínculos los vamos construyendo a base de experiencias con los otros y estas experiencias las forjamos a partir de nuestro rol en ese vínculo. Va a depender de cómo nos adaptamos a las situaciones, es decir, si generamos nuestro rol en base a que “el otro” esté cómodo o si hay un equilibrio entre mi propia comodidad y manera de ser con la expectativa del otro.
A medida que vamos fortaleciendo nuestra personalidad y nuestro criterio personal estos roles se van haciendo más flexibles de cara a nosotros mismos y vamos entendiendo que la coherencia interna es una de las claves en salud mental.
Cuando comenzamos un proceso terapéutico, uno de los objetivos es el autoconocimiento, y es a medida que nos vamos conociendo que nuestro criterio personal se apuntala y tenemos la necesidad de expresarlo y defenderlo. Aquí empiezan muchos cambios conductuales que tienen un efecto directo sobre nuestro entorno y nuestros vínculos.
Es normal que cuando hacemos ajustes en nuestras maneras de comportarnos nuestros vínculos se vean afectados y con ello puede surgir antes los otros distintas sensaciones: extrañeza, perplejidad, confusión. Esto ocurre porque ya no estamos tan abocados a lo que el otro necesita sino que empezamos a equilibrar el vínculo hacia una situación que tenga en cuenta los intereses de otros. Si los vínculos son sanos y las personas “al otro lado” son flexibles después de un período de adaptación normal y necesario la situación se normaliza y se redefine el vínculo y los roles dentro de ese vínculo. Por el contrario, si del otro lado encontramos poca flexibilidad o vínculos que no se sostenían en el amor sino en la dependencia , manipulación u otros juegos psicológicos será muy difícil que sobreviva puesto que está pidiendo de una un rol que no está equilibrado en el yo actual y que no se puede sostener sin tener que “sacrificar una parte importante de autonomía y autocuidado”.
Con los sistemas (grupos) pasa lo mismo. Este sistema puede ser familiar, laboral, de amistad, asociativo, etc. Siempre que un miembro recorre nuevos aspectos de su Yo y los expresa con los cambios mencionados, el sistema se ha de reposicionar porque cuando dejamos de cumplir un rol los demás “sienten esa falta” y han de accionar cambios.
Lo más difícil del proceso de cambiar un rol que nos hace sentir inconformes, apáticos, tristes, conflictuados o abandonados emocionalmente es sostener las novedades de ese nuevo rol al principio. Al principio de los cambios nos enfrentamos con las resistencias tanto nuestras (miedo a que no nos acepten, miedo a que nuestro criterio “no sea adecuado”, etc) y a las ajenas (críticas, comentarios agresivo-pasivos, etc). Pero si sostenemos el suficiente tiempo eso que necesitamos los beneficios irán llegando y nos encontraremos con unos vínculos más asequibles que no afecten negativamente a nuestra salud mental.
El acompañamiento durante este proceso es una ayuda para esos momentos más complejos y para poder darnos todos los permisos necesarios a expresar nuevos aspectos de nuestro ser en nuestro yo.