Los cambios que promuevo en mí, provocan cambios en mis vínculos.

 Los vínculos los vamos construyendo a base de experiencias con los otros y estas experiencias las forjamos a partir de nuestro rol en ese vínculo. Va a depender de cómo nos adaptamos a las situaciones, es decir, si generamos nuestro rol en base a que “el otro” esté cómodo o si hay un equilibrio entre mi propia comodidad y manera de ser con la expectativa del otro. 

A medida que vamos fortaleciendo nuestra personalidad y nuestro criterio personal estos roles se van haciendo más flexibles de cara a nosotros mismos y vamos entendiendo que la coherencia interna es una de las claves en salud mental. 

Cuando comenzamos un proceso terapéutico, uno de los objetivos es el autoconocimiento, y es a medida que nos vamos conociendo que nuestro criterio personal se apuntala y tenemos la necesidad de expresarlo y defenderlo. Aquí empiezan muchos cambios conductuales que tienen un efecto directo sobre nuestro entorno y nuestros vínculos.

Es normal que cuando hacemos ajustes en nuestras maneras de comportarnos nuestros vínculos se vean afectados y con ello puede surgir antes los otros distintas sensaciones: extrañeza, perplejidad, confusión. Esto ocurre porque ya no estamos tan abocados a lo que el otro necesita sino que empezamos a equilibrar el vínculo hacia una situación que tenga en cuenta los intereses de otros. Si los vínculos son sanos y las personas “al otro lado” son flexibles después de un período de adaptación normal y necesario la situación se normaliza y se redefine el vínculo y los roles dentro de ese vínculo. Por el contrario, si del otro lado encontramos poca flexibilidad o vínculos que no se sostenían en el amor sino en la dependencia , manipulación u otros juegos psicológicos será muy difícil que sobreviva puesto que está pidiendo de una un rol que no está equilibrado en el yo actual y que no se puede sostener sin tener que “sacrificar una parte importante de autonomía y autocuidado”. 

Con los sistemas (grupos) pasa lo mismo. Este sistema puede ser familiar, laboral, de amistad, asociativo, etc. Siempre que un miembro recorre nuevos aspectos de su Yo y los expresa con los cambios mencionados, el sistema se ha de reposicionar porque cuando dejamos de cumplir un rol los demás “sienten esa falta” y han de accionar cambios. 

Lo más difícil del proceso de cambiar un rol que nos hace sentir inconformes, apáticos, tristes, conflictuados o abandonados emocionalmente es sostener las novedades de ese nuevo rol al principio. Al principio de los cambios nos enfrentamos con las resistencias tanto nuestras (miedo a que no nos acepten, miedo a que nuestro criterio “no sea adecuado”, etc) y a las ajenas (críticas, comentarios agresivo-pasivos, etc). Pero si sostenemos el suficiente tiempo eso que necesitamos los beneficios irán llegando y nos encontraremos con unos vínculos más asequibles que no afecten negativamente a nuestra salud mental. 

El acompañamiento durante este proceso es una ayuda para esos momentos más complejos y para poder darnos todos los permisos necesarios a expresar nuevos aspectos de nuestro ser en nuestro yo. 

El agotamiento instructor

El agotamiento es una señal de que algún aspecto nuestro (o varios) necesitan nuestra pronta atención. Lo extraordinario de sentirnos en un estado con necesidad de reposo es el entorno favorable para que nuestras necesidades reales puedan expresarse y solicitar que volquemos allí nuestro interés. 

Al principio del agotamiento podemos sentir la contrariedad que origina el prestar atención a aquello que veníamos reprimiendo (sino no hubiéramos terminado en estado de agotamiento). Una vez podemos aceptar que esa incomodidad no se irá a ninguna parte a menos que pongamos nuestro ímpetu allí aparece esa necesidad de descanso, esa sensación que sentimos de libertad cuando nos damos el permiso de parar. Allí empezamos a restablecer nuestra energía vital y comenzamos a mejorar. 

El agotamiento puede enseñarnos muchas cosas. Poder tener tiempo para las cosas que alimentan nuestra alma de manera transversal y dejar de estar en piloto automático con nuestros haceres. Ese alimento puede provenir de diversas fuentes: la calma del hogar, tocar un instrumento, investigar algo de nuestro interés, dar y recibir afecto. Muchas veces podemos dar por sentado que la vida se constituye por aquello que hacemos y que logramos y nos olvidamos de aquello que sostiene el alma de cada uno de nosotros. Son aquellas cosas que nos hacen sentir calor en el corazón, sensación de presente, conexión con una misma y/o con otros. 

El agotamiento nos vuelve a colocar en nuestro ritmo interno para que vayamos al son de nuestro propio compás. Para que podamos dirigir nuestra energía hacia aquello que sintamos necesario validar en este momento concreto de la vida, que podamos organizar de nuevo nuestro tiempo y nuestras prioridades así como la energía que queremos realmente invertir en el entorno que acompaña. El agotamiento es una posibilidad de poner perspectiva, como si miráramos desde una ventana nueva protegidos por el no tiempo y sosteniendo cierta distancia con la urgencia. 

El agotamiento puede aparecer como guía date la oportunidad de preguntarte al menos qué hace allí, a tu lado. 

El camino sinuoso

¿Cuántas veces hemos querido ir en línea recta hacia un objetivo y hemos tenido que dar unas vueltas más? 

Los objetivos que vamos delimitando a partir del ego son proclives a ver el destino más no a tener en cuenta el viaje en sí. Las metas si las tomamos como faros o guías que vayan alumbrando el viaje nos serán muy provechosas. Si sólo vemos el faro y no tenemos en cuenta todas las veces que el camino se va a poner escarpado, las veces que puede que tengamos clima adverso, el agotamiento mental o físico y otras normalidades de la evolución vamos a frustrarnos, enojarnos, desanimarnos. 

Las vueltas no son errores, ni siquiera tienen que ser problemas a resolver. A veces simplemente están ahí para que tengamos la oportunidad de desarrollar nuestra firmeza, nuestra fuerza y nuestra ecuanimidad. Si cuando aparece “lo no planeado” una se maltrata a sí misma simplemente se va a debilitar. Tanto en energía vital como en el ánimo necesario para esa tarea en concreto. 

Ante la adversidad paremos y miremos lo que necesitamos. Sin juzgarlo. Es imperioso hacer caso a nuestra vulnerabilidad porque es la semilla y abono para poder hacer uso de nuestra fuerza después. Son dos extremos del polo, trabajar con las dos y atender a las dos nos enseña el equilibrio necesario en cada situación. 

Aprender de cada curva del camino, de cuando nos perdemos en el bosque, de cuando nos hemos distraído y no sabemos ni donde estamos. No se siente bien pero de todas formas  es maravilloso porque nos compele a volver a mirar esa brújula interna. Vamos muchísimas veces en automático y ahí es cuando “nos pasamos de la salida”. 

Ir rápido no es sinónimo de llegar antes. Llegar antes no es sinónimo de éxito. Ve a tu ritmo. 

El camino sinuoso vital tiene sorpresas si uno va a la velocidad que le permita mirar. 

Quebrantar el miedo

Estar escondidas detrás de aquellos pensamientos que nos paralizan y nos atan a viejas premisas no suele ser la mejor estrategia para desarrollar nuestro autoconocimiento. 

Quedarnos esperando “saber hacerlo mejor” o que alguien nos otorgue su aquiescencia es dejar de lado nuestro criterio personal. Es dejarnos a la deriva en nuestra nube de autoexigencia porque raramente estará “a la altura” lo mismo da si es a la de los otros o a la nuestra. 

Quedarnos en el mismo lugar haciendo las mismas cosas es exactamente eso: lo mismo. Si hago lo mismo, sé lo mismo. Por supuesto que cuando estoy adquiriendo práctica en algo hacer lo mismo una y otra vez es imprescindible, yo me estoy refiriendo a cuando algo se ha agotado. Sea una estrategia, una herramienta, una técnica, una perspectiva, una dinámica, etc. Para evolucionar he de poder cambiar. Para saber qué más hay dentro de mí y cómo más puedo proyectarme he de probar. He de saberme y mostrarme vulnerable. 

Para saber qué aspectos míos están pidiendo salir del sótano se ha de dar algún movimiento. La antesala a esto suele ser un período de calma y reposo. Un período para rearmarse de fuerzas y planificar. Pero para no aislarse en los miedos es necesario que la rueda empiece a girar, que vuelva a tirar los dados y aprenda a jugar con la mano que me ha tocado. 

Nos vamos a equivocar y gracias a ello vamos a aprender. A veces no nos vamos a equivocar pero como las cosas no salieron como las teníamos previstas tenemos la sensación de que nos han salido mal. 

Como cuesta hacer y después sostener”el a ver qué pasa”. No nos damos muchas veces ni siquiera la oportunidad a disfrutar de nuestra curiosidad. Nos hemos olvidado por completo de cómo ser niñas y queremos ser creativas desde la autoexigencia y el desamparo emocional. 

La gran mayoría de decisiones que tomamos no son trascendentales aunque se sienta en ese momento concreto que es lo más importante del mundo. Si te obsesionas con un resultado, una respuesta, un buscar el acabado perfecto pregúntate si en 5 años esta acción seguirá vigente en el impacto vital. Hay muy pocas decisiones que son realmente merecedoras de un poco de bucle mental por aquello de que “me quedo más tranquila si no dejo ningún cabo suelto” pero al final es un diálogo con tu pensamiento y tu intuición. Es decir, hay aspectos racionales y otros aspectos irracionales que siempre estarán en juego y que poco vas a hacer desde tu parte racional. El equilibrio entre lo que sabemos y lo que no. El equilibrio entre lo que se puede controlar y lo que no. El equilibrio entre lo que quiero y lo que necesito. 

Quebrantar el miedo quiere decir que aún no prescindiendo de él podemos encontrar las grietas por las cuales escaparnos y hacer nuestro camino. 

Sostener el proceso

Sostener los procesos por los cuales hemos de atravesar a lo largo de nuestro ciclo vital no suele ser tarea fácil. Es incómodo y como tal nos dará la sensación de que es lento. 

Podemos tener la tentación de dejar el proceso a medio camino o a veces justo al principio. 

Las razones que tendemos a darnos para no continuar el camino son muy variadas y siempre dependen de la personalidad y las experiencias pasadas junto con las expectativas muchas veces desajustadas. 

Los procesos tienen un porque, es decir, cuando sentimos intranquilidad o angustia o ansiedad o vacío suele ser porque hay algo que nos está llamando nuestra atención y hemos de  ajustar, cambiar o terminar. 

Sostener el proceso quiere decir enfrentarnos al dolor y/o a la incertidumbre de lo desconocido.  Somos reacios a cambiar sin las suficientes garantías, aunque estas garantías suelen pertenecer a una ilusión. 

Sostener el proceso trata de volver a preguntarnos quienes somos en este momento vital, si seguimos queriendo lo mismo de la misma manera. Si necesitamos otras cosas, otros ritmos, otras experiencias, otras personas, otros silencios…

Sostener el proceso nos aventura a un reconocimiento interno, una inmersión a nuestra sombra. Y esto de “sentirse a oscuras” no nos suele agradar. 

Sostener el proceso requiere de que podamos ver con perspectiva que para que haya luz en nosotros ha de existir la sombra y de que el sostener el proceso nos enseña a esperar, a contemplar, a hacer y no hacer, a acompañar y a escuchar. Todos los beneficios que obtendremos del proceso incómodo no terminan con ese proceso concreto sino que permanecen con nosotros haciendo nuestra personalidad más resistente puesto que ha estado en contacto con el ser. 

Sostener el proceso es aprender el camino a volver a hacernos preguntas que nos hacen de brújula y que necesitaremos hacernos de tanto en tanto. Saberse ese camino es un triunfo en sí mismo. La primera vez que hacemos cualquier cosa suele ser complicado, con la práctica todo se vuelve más asequible y con sostener los procesos pasa lo mismo. Cada proceso será diferente pero del primero habremos aprendido mucho de nosotras mismas. 

Que dejes a medias un proceso sólo quiere decir que lo estás posponiendo, me refiero al proceso interno de autoconocimiento y a las decisiones y preguntas importantes de la vida. Por supuesto que tenemos derecho a parar y descansar las veces que haga falta dentro de ese camino una vez emprendido, que no es lo mismo que abandonarlo. Abandonarlo muchas veces es dejarnos a nosotras mismas en la estacada, sin refugio y con las herramientas antiguas que están desgastadas y ya no sirven para este tipo de camino y sus adversidades. 

Tenemos todo lo que tenemos que tener para sostener el proceso: nuestras emociones, nuestra intuición, nuestros pensamientos y nuestra corporalidad. Disponemos de la guía de nuestro ser y de guías que van apareciendo cuando los necesitamos en forma de libros, personas, arte, naturaleza, etc. 

Atiende tu proceso, sostenlo. Descansa, pero no te abandones. 

Automaternaje

La energía femenina es la que nos trae la capacidad de habitar los grises. Sentarnos a observar la ambivalencia sin tener que encontrar una solución de manera inmediata. Es la que convoca a nuestra intuición para que nos ayude a poner perspectiva en la polaridad de la razón.

Cuando invertimos nuestra energía femenina en nosotras mismas, nos atrevemos a hacernos preguntas. A escuchar lo que está olvidado en algún rincón de nuestra alma y que está necesitando que lo nutramos para que pueda volver a expandirse. Toda esa energía que estamos tan acostumbradas a poner en los demás y en lo demás. Sea proyectos, personas, situaciones esa energía femenina es que hace puentes y busca mediar.

Cuando estamos en un momento de nuestro ciclo vital en el cual necesitamos poner un fin (aplica a cualquier área de la vida), el automaternaje es esencial para que nuestra energía no se agote. El poder sentarse a descansar en nuestras emociones, pensamientos, ensueños y proyecciones así como disfrutar simplemente de nuestros cinco sentidos tiene la autoridad de revitalizar. Nos conecta con que además de seres que hacemos: somos. Y eso es más que suficiente.

Cuando a nuestro alrededor hay alguien que está atravesando por un momento de quiebre, de final o de cambio solemos acompañar desde el promover una actitud de reflexión y relajación. En cambio, cuando somos nosotras las que hemos de atravesar por esos densos bosques no se nos ocurre tal descanso hasta que podemos caer agotadas o alguna otra energía femenina nos presta un permiso que no nos damos.

Aplicarnos automaternaje es esencial porque nuestra alma, nuestra psique, necesita que le prestemos atención. Es nuestro faro y para guiarnos con su luz necesita que no vayamos con los ojos vendados por los quehaceres. Si…¡Aunque haya tantos!

Para poder automaternarnos podemos propiciar la escucha de lo inconsciente; aquello que llama a lo lejos y que busca que le alumbremos con nuestro consciente. Podemos hacerlo leyendo cuentos, anotando nuestros sueños, utilizando cualquier puente artístico o artesanal que nos invite a dejar de estar pendientes del tiempo y embaucarnos en nuestro propio tiempo. El de adentro. Sentarnos a escuchar el mar, caminar rodeada de naturaleza o tirarse en un pedacito de hierba.

Automaternarnos también pasa por poner límites en el afuera, comprometernos con nosotras mismas a que ese espacio interno pueda darse sin interrupciones. Sin juicios, tanto da que sean internos o externos.

Si sabemos maternar tan bien el afuera, es que estamos más que preparadas para hacerlo con nosotras mismas. Si tenemos tiempo para el afuera, podremos sacar tiempo para el adentro. No hay nada más importante, quizá sí haya cosas más urgentes en el hacer, pero más importantes que lo que nuestro Ser reclama…

Accede a ese automaternaje o recuerda lo bien que te sentaba cuando sí lo hayas experimentado. Recuerda el placer del juego por el juego, el placer del disfrute en un solo suspiro o inhalación. LA capacidad de sentir lo mágico que puede ser estar bajo un árbol o jugando con los pies en la arena. O escribiendo: inventándote historias y dándole libre albedrío a tu imaginación. Todo ello también eres tú, y también merece ser cuidado.

Trabajar con nuestra Confusión

La sensación de estar confundidos, nublados o perplejos nos invita a buscar nuevos caminos. La incomodidad presentada por el «no saber» convoca al pensamiento a explorar nuevas maneras de ver y sentir lo que sea que se haya presentado como reto. ¿Cuánta creatividad ha despertado gracias a la confusión!

Cuando superamos el umbral de la contrariedad nos damos cuenta del terreno fértil que tenemos bajo nuestros pies y que nos permite conocernos de una manera más profunda. Son esos momentos en los que podemos elegir evolucionar o seguir en el mismo nivel viendo lo que ya vemos. Es como ir subiendo una montaña; cuanto más subimos: más perspectiva y más horizonte podremos ver aunque en algunos momentos del camino haya otras montañas más altas enfrente o densa vegetación. A medida que vamos subiendo la visión se va extendiendo. Nuestra confianza va en aumento porque hemos podido subir un poquito más y el esfuerzo en vez de ser solamente un fastidio se convierte en oportunidad.

Cuando traspasamos el umbral de la sensopercepción nos podemos adentrar en la intuición que es nuestro sexto sentido. Aquello que sabemos más allá de lo tangible. Aquello a lo que nos sentimos dirigido, y cuando seguimos, estamos en el lugar que tenemos que estar. Seguir esta voz interna no siempre es fácil porque suele entrar en conflicto con «lo que queremos», nuestro ego. Poner en perspectiva lo que ambicionamos facilita educar el ego para que éste no se infle desmesuradamente y nos haga seguir un camino lejos de nuestro Ser (del cual si vamos en automático el precio a pagar es altísimo).

El hormigueo de la confusión nos saca de una modorra estéril que puede sentirse cómoda hasta que se convierte en cárcel mental. Cuando estamos dentro de esa esfera estancada nuestra creatividad para desarrollar la vida no aparece al ser convocada porque el instinto requiere cierta atención para respondernos.

Cuando hay confusión no te quedes en las sensaciones desagradables, éstas son solamente un aviso de que tienes que moverte. Pregúntate, ¿Qué me están pidiendo mis sentidos? ¿Qué quiere decir este síntoma? ¿Cual es la razón de tanta intranquilidad?

Por supuesto que no todo lo que nos ocurre tiene un sólo origen más bien es multifactorial. Es pertinente prestar atención a todas las áreas de la vida: a la fisiológica, a la mental, a la espiritual, a la senso-perceptiva y a la emocional. Todo nos da información sobre cómo estamos y a dónde necesitamos dirigirnos. La confusión es cómo el inicio de una tormenta. Te hace preguntarte si tienes que moverte de donde estás y si has de tomar algún recaudo.

Traspasar el miedo que llega con la confusión es el primer paso para entender qué viene a decirnos.

Depender y el coste que tiene

La palabra dependencia tiene su origen etimológico en la palabra Latin: dependêre que significa: colgar, pender. Hay una cierta creencia en la cual se tiende a pensar que las personas que penden de otra persona o de otra cosa está más cómoda o invierte poca energía. Vamos a preguntarnos por esta creencia porque a mi me sugiere algo distinto. Si utilizamos la metáfora de «estar colgado de algo» requiere en sí misma una inversión de energía, es decir: hay un coste implícito. Además cuando «se está colgado» hay una cierta sensación de peligro puesto que de lo que estamos colgando hay algunas cuestiones que no podemos siempre resolver: ¿Nos aguantará el peso?, ¿Aguantaremos nosotros este equilibrio necesario para sostener esto? Además hay que tener en cuenta que, en realidad, cuanto más aguantamos sin caernos de donde quiera que estemos colgando cada vez necesitamos más resistencia y nos sentimos más cansados. Así que parecería que la dependencia de lo que sea y a lo que sea nos obliga a una inversión de energía constante y cada vez mayor para el resultado de sobrevivir, que no es vivir, ni expandirse, ni mucho menos disfrutar.

Depender nos quita mucha energía porque es como mendigar. Mendigar amor, atención, motivación. Es energía vital que se pierde en el anhelo puesto en que sea un otro el que nos valide. Se queda nuestra vitalidad estancada en la espera que puede que llegue lo que esperamos en pequeños y miserables fascículos o que no llegue nunca. Porque la validación de nuestro ser nos corresponde a nosotros mismos.

Es como si pudiéramos identificar un aspecto en nosotros que es nutricio (nuestra capacidad de auto-maternaje)y otro aspecto que necesita esa nutrición (nuestro yo) Nuestra parte nutricia está mirando hacia fuera en espera de que llegue lo que solamente ella puede darnos. Al estar en esa espera infinita se va conformando cada vez con menos, lo que sea que otros dejen en la ventana de vez en cuando, y dejamos de preguntarnos qué necesitamos.

Si toda esa energía que invertimos en depender que ese algo nos sostenga la acompañamos hacia lo que sea que para nosotros sea importante, estaríamos en el sendero de la autoestima. De reconocernos a nosotros mismos desde la aceptación y el amor. Mirar nuestra individual originalidad y poder abastecernos desde nuestro deseo, esfuerzo y criterio personal. Con inspiración en el afuera y en el adentro, tan diferente a la dependencia.

Depender va apagando nuestras posibilidades, nos aglutina de sombra y somos cada vez menos capaces de encontrar cualquier luz, ahí entramos entonces en la zona de supervivencia. Como cuando nos quedamos atrapados en un espacio cerrado y oscuro del cual no podemos movernos y si lo hacemos, con miedo y mucho cortisol porque nos está completamente vedado qué será de nosotros en el siguiente centímetro que pretendamos explorar. La dependencia es un ladrón de posibilidades de la cosecha que hubiera dado sus frutos si tan solo hubiésemos escuchado nuestra melodía interior.

Salir de la dependencia requiere devolver la energía al canal correcto. Para ello algunos necesitarán parar a descansar un tiempo para poder recién preguntarse luego hacia dónde necesitan dirigirse. Para otros pasará por dejar de escuchar un miedo disfuncional que sólo paraliza; asir la pala y ponerse a trabajar. Para otros, el trabajo será primero salir de un lugar que les asfixia y les nubla la voluntad (como pasa en los ambientes tóxicos) y buscar así mas no sea algún vestigio de naturaleza para respirar.

Es importante no olvidar que tienes la energía que necesitas para ser autónoma. Es la misma que simplemente has puesto en otro lugar y necesita transformación. La gran sorpresa es que muchas veces, vamos a necesitar aún menos energía vital cuando estamos en el lugar correcto. Todos somos alquimistas capaces de reconducir nuestra energía vital.

¿Cómo te puedo ayudar?

Como psicóloga, mi objetivo es acompañarte en tu camino hacia el autoconocimiento y el bienestar emocional. Entiendo que cada persona es única y que, al buscar apoyo, es fundamental encontrar el enfoque terapéutico que mejor se adapte a sus necesidades y circunstancias.

Hoy te comparto una tabla que resume las principales características y beneficios de cuatro enfoques terapéuticos en los cuáles me he formado (además de la psicología clínica pura y durra): la terapia sistémica, la dramaterapia, la terapia humanista y la terapia de psicología analítica profunda. Cada uno de estos enfoques ofrece herramientas valiosas para explorar nuestras emociones, mejorar nuestras relaciones y fomentar nuestro crecimiento personal.

Espero que esta información te ayude a comprender mejor cómo cada tipo de terapia puede contribuir a su proceso de sanación y desarrollo. Recuerda que estoy aquí para responder cualquier pregunta o inquietud que puedas tener sobre estos enfoques. Juntas podemos encontrar el camino que mejor se ajuste a tus necesidades.

¡Comencemos!

Enfoque TerapéuticoCaracterísticasBeneficios
Terapia Sistémica– Se centra en las relaciones y dinámicas familiares o grupales.– Mejora la comunicación y comprensión entre los miembros del sistema.
– Analiza patrones de comportamiento dentro del contexto familiar.– Ayuda a identificar y cambiar patrones disfuncionales.
– Utiliza técnicas como la genograma para visualizar relaciones.– Fomenta un sentido de pertenencia y apoyo en el grupo o familia.
– Promueve la resolución de conflictos interpersonales.
Dramaterapia– Utiliza el teatro y el juego como herramientas terapéuticas.– Facilita la autoexpresión y la exploración emocional a través de la actuación.
– Permite representar experiencias personales en un entorno seguro.– Ayuda a procesar traumas y emociones difíciles mediante la dramatización.
– Fomenta la creatividad y el juego simbólico.– Promueve la empatía al ver situaciones desde diferentes perspectivas.
– Mejora habilidades sociales y de comunicación a través del trabajo en grupo.
Terapia Humanista– Se centra en el crecimiento personal y la autorrealización del individuo.– Fomenta una mayor autoconciencia y aceptación personal.
– Enfatiza la relación terapéutica como un espacio seguro para explorar emociones.– Promueve el desarrollo de una autoestima saludable y confianza en uno mismo.
– Utiliza técnicas como la escucha activa y la reflexión empática.– Facilita el descubrimiento de valores personales y objetivos significativos en la vida.
– Ayuda a superar bloqueos emocionales y fomentar cambios positivos en la vida cotidiana.
Terapia de Psicología Analítica Profunda– Basada en las teorías de Carl Jung, se enfoca en el inconsciente colectivo y los arquetipos.– Facilita una comprensión más profunda de los conflictos internos y patrones psicológicos.
– Utiliza sueños, mitos y símbolos para explorar el mundo interno del paciente.– Promueve el autoconocimiento a través del análisis de sueños e imágenes simbólicas.
– Se centra en integrar aspectos conscientes e inconscientes de la personalidad.– Ayuda a desarrollar una mayor conexión con el yo auténtico y los aspectos espirituales de la vida.
– Fomenta un sentido de propósito al conectar con arquetipos universales que resuenan con el individuo.

Cada enfoque terapéutico tiene sus propias características únicas que pueden ofrecer diferentes beneficios según las necesidades individuales del paciente. La elección del tipo de terapia dependerá de factores como las preferencias personales, los objetivos terapéuticos específicos, así como las dinámicas familiares o grupales que puedan estar influyendo en tu bienestar emocional.

Ofrezco una primera sesión online gratuita para que podamos conocernos y me expliques el motivo por el cual quieres revisar tu situación actual. De esta manera puedes valorar, sin compromiso y desde la cercanía, si crees que soy la persona adecuada para acompañarte en este momento vital.

¿Quieres contactar conmigo y agendar una primera entrevista gratuita? En el siguiente enlace te explico cómo: Acompañamiento terapéutico

La duda

 La duda

Estar en un estado de duda permanente nos drena la energía vital. No nos deja ocuparnos de nuestro día a día, nos crea un velo espeso que nos hace olvidarnos de nuestras necesidades reales. 

Tomar decisiones de todo tipo por supuesto que puede ser un reto, pero darle mil vueltas una y otra vez no va a hacer que la decisión sea mejor necesariamente, en realidad, muchas veces ocurre lo contrario. Uno termina tomando la decisión para “sacarse el peso de encima” y toma una decisión impulsiva sin tener en cuenta todo ese compendio de tiempo que pasó valorando pros y contras. Y ahí está la trampa: porque cuando estamos valorando los pros y contras estamos solamente tomando en cuenta la dimensión racional. Es decir, nuestra capacidad de juicio basado en experiencias anteriores de sentimientos y pensamientos que tenemos en referencia al tema en concreto. Pero nos olvidamos de otra dimensión fundamental que es la irracional, es decir la sensopercepción y la intuición. ¿Qué nos dice el cuerpo y el alma en referencia a esa decisión? Muchas veces hablan, desde el principio, alto y claro pero nos negamos a escucharlas porque no encontramos eco con nuestra parte racional para justificar ese “sentir” sensoperceptivo y/o intuitivo. 

En general, dentro nuestro sabemos lo que necesitamos y lo que no necesitamos. La duda aparece cuando la racionalidad no sabe qué hacer con esta información y buscamos subterfugios que nos amparen en la tormenta emocional. 

Es verdad que hay que ir practicando esto de escuchar la parte irracional de uno para no confundirse.

Por ejemplo, a veces se puede confundir con facilidad un estado agitado de excitación (típico del deseo hacia algo) con alegría o bienestar. Me explico: que algo mueva mi deseo no necesariamente quiere decir que sí lo obtengo me vaya a proporcionar bienestar, a veces es justo lo contrario o a veces, no sucede absolutamente nada y las expectativas caen en un vacío que cuesta gestionar. 

En general cuando tenemos una información clara de lo que necesitamos nos produce paz interna, sensación de expansión, como cuando amanece y la luz va cobrando territorio para desvelar lo que sí hay. 

Si lo que siento es agitación y prisa lo que ocurre es que estoy siendo invadida por un impulso. Espera a que pase, haz otra cosa que no tenga que ver con darle vueltas a algo y es probable que si te estás ocupando sanamente de ti puedas escuchar lo que necesitas hacer. 

Se trata más de lo que necesitamos y no de lo que queremos. Cuando necesitar y querer no van de la mano y hacemos caso al querer, esa decisión tendrá poco recorrido en lo que a nuestra “nutrición de autocuidado” se refiere.  No estoy diciendo que no escuches tus deseos, sino que priorices tus necesidades para que cuando éstas estén sanamente satisfechas puedas ir a por tus deseos. 

Un ejercicio interesante que una puede hacer después de examinar la parte más racional de las dudas que tengamos en referencia a una situación en concreto es simplemente hacer un ejercicio de visualización en dónde nos imaginemos esas posibles circunstancias y ver cómo reacciona nuestro cuerpo e intuición. A veces no sabremos la respuesta pero sí veremos la necesidad de trabajar algo antes de tomar esa decisión. Por ejemplo si nuestro cuerpo reacciona con miedo, podemos preguntarnos: ¿A qué tengo miedo?, ¿El miedo que tengo es funcional o disfuncional?, ¿Puedo hacer algo para acercarme a esta situación con menos miedo o con más herramientas? 

Poner en perspectiva el impacto de la decisión también es otra manera saludable de afrontar la duda. Muchas veces se hace una montaña de ansiedad y preocupación porque tenemos la perspectiva polarizada, esto es que sentimos/pensamos que la respuesta a nuestra duda es “blanco o negro”. Muchas veces hay opciones alternativas dentro de los grises que no nos planteamos. A veces es verdad que tengo que ir al otro polo (momentáneamente) para compensar el desequilibrio, pero el equilibrio está en algún lugar entre esos dos polos, en la integración de los opuestos. Muchas de las decisiones pueden vivirse como totales o finales, es decir, de manera dramática y la realidad nos ejemplifica que no suele ser así. Tenemos derecho a ir tomando decisiones parciales, temporales, para ver si hacemos pie en ellas o si necesitamos retroceder un poco o avanzar dependiendo de como se encuentre la marea. La vida es una danza constante, nos encantaría encontrar ese lugar de quietud segura donde todo funcione para siempre jamás pero simplemente, no funciona así.