Este aspecto es muy importante en el desarrollo de nuestra autonomía. ¿Cuántas veces pensamos cosas que no decimos? ¿Cuántas veces nos pasa que pensamos que si decimos lo que queremos decir nuestro interlocutor no va a saber reaccionar, o no le va a gustar, va a mostrar su claro desacuerdo, etc.?
Vamos a pensarlo al revés. ¿Cómo te sentirías si alguien tiene algo para decirte pero no lo hace por el miedo a tu reacción o porque da por sentado que no los vas a entender o no vas a poder asumir esa información? Suena injusto cuanto menos! Y es que estamos acostumbrados a pensar lo peor de las situaciones que hemos de afrontar y también nos acostumbramos a subestimar a los demás en las competencias de empatía y entendimiento (entre muchas otras).
Se trata de darnos la oportunidad. Darnos la oportunidad a nosotras mismas de poder explicar sin juicios lo que pensamos y sentimos. Dar la oportunidad a nuestros interlocutores que se expresen con libertad también sin que restrinjamos sus posibilidades. Darle la posibilidad a que, esta vez, puedan suceder otras cosas en la situación. Y sucederán cosas distintas siempre que probemos maneras distintas de comunicación. Si probamos las mismas acciones, nos encontraremos con muy parecidas reacciones y desenlaces.
¿Por qué es tan importante decir lo que una siente y piensa?
Porque es la mejor manera de ser congruente en nuestra vida. Porque dar voz a nuestros sentires y pensares los hace corpóreos, los convierte en materia, en hechos, en deseos, en información moldeable e importante porque procede de nuestro ser.
Porque nos merecemos expresar y compartir nuestras reflexiones acerca de la vida. Porque nos acostumbramos a compartir, a confrontar y a estar con otros. Todas esas acciones nos ayudan a incorporar nuevas maneras de pensar, integrar la sabiduría de los demás en nosotros y dar la posibilidad de que los demás incorporen un poco de nuestra propia sabiduría.
Porque nos fortalece la autoestima el poder expresar. Porque la práctica de expresar y compartir nos devuelve experiencias, nos invita al contacto mientras nuestra creatividad se desarrolla y se va asentando.
¿Por qué cuesta tanto decir lo que sentimos y pensamos?
Además de por las razones que dimos al principio sobre asumir las respuestas de los demás como si tuviéramos una bola de cristal existen otras razones por las cuales decidimos no decir lo que sentimos. Una de las que escucho más a menudo en consulta o en los grupos terapéuticos es: “Si digo exactamente cómo me siento me voy a poner en una situación de vulnerabilidad”. Bien, sobre esta respuesta he de decir que hay algo que no estamos teniendo en cuenta y es que somos seres vulnerables, es decir, ser humanos y sentir y ser sociales significa que somos seres vulnerables. Y esto no debemos leerlo como una connotación negativa. Ser vulnerables quiere decir que somos sintientes, que nos vemos afectados por lo que sucede a nuestro alrededor y por el interior de nuestro ser. Somos vulnerables todo el tiempo, el tema es que no queremos asumir esta vulnerabilidad y vamos por la vida construyendo muros de seguridad, mecanismos de defensa, reacciones y acciones que tienen como fin mostrar que estamos bien equipados con las armas del control, del “nada me afecta” del “puedo con todo” entre otros que seguro ya te han venido a la mente.
Si no estás acostumbrada a ser espontánea en la expresión de tus pareceres date tiempo. Ve intentando de a poco en tu círculo de confianza y no dejes de tomar oportunidades para ello. Aunque sea en pequeñas cosas. La práctica te irá haciendo más asertiva, clara, concisa, date tiempo. No te des por vencida ni a la primera, ni a la segunda, ni nunca. Insiste y date momentos de descanso también. Si algo no sale la mejor estrategia no es castigarte, sino entender que estás dentro de un proceso. Uno de tantos que pasarás en tu vida, aprende a disfrutar tus pequeñas conquistas, y a tomar los fracasos como una parte más de camino, además muy necesario porque extraemos de ellos muchos aprendizajes.